lunes, 13 de enero de 2014

Talle 69

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Hay gente que considera erróneo mantener moldes, generar rejillas por donde transitan las normas, donde no deben desviarse un milímetro siquiera.

Ahora, si no te gusta seguir las reglas o tradiciones que te inculca la sociedad, ¿eso significa que no poseas códigos?

Concretamente, hablemos de las amistades que se vuelven débiles a la carne: amigovios, amigarches, amistades con derechos, como prefieras llamarle. Tema complicado, ¿no? Más que nada porque, por regla general, resulta difícil controlar los instintos, las ganas y el amor en sí. Sin embargo, no me falta tiempo para desglosarlo en partes contemplativas para todos. Veamos...

Como dije recién, a uno lo pueden ciertas cosas y en ciertos casos, no se puede elegir hacia dónde apuntamos con el cuerpo. Pero una amistad... Una amistad se torna, de manera objetiva, en un punto de vista alejado de lo subjetivo (valga la redundancia), una persona a la que podemos recurrir cuando las papas queman en el frente de batalla o, simplemente, con la que compartir buenos momentos sin tener que repartir entre muchos el grado de sociabilidad que poseemos. Se trata de una amistad igual de fuerte que la relación de pareja pero vivido desde otro ángulo: el de la coherencia. Resulta más fácil relacionarse con personas del mismo género, pero en cuanto a las del sexo opuesto, no seamos hipócritas... algo tienen como para que nos llame la atención. Claro que, se forman de entrada los prejuicios y los miedos, todo eso que nos permite mantener cierta distancia, tal vez recorriendo los límites mismos del histeriqueo pero sin final confuso.

No obstante, existe una opinión dividida al respecto y resulta, en la mayoría de los casos, vía libre para avasallar ésa pared e ir más allá de lo previsible: el derecho a roce. Cuando uno decide tener algo físico o insanamente sentimental hacia la amistad, ése respeto que uno posee hacia la sociabilidad objetiva se rompe y se llega a un intercambio peligroso... No voy a negar que se alcanzan estados extraordinarios, tanto momentáneos como extensos, el guiño confesor hacia un/a amigo/a se transforma en contacto y todos aquellos costados que disfrutamos durante determinado tiempo se dan por terminados. Y yo me pregunto... ¿valen la pena?

En palabras ajenas, he llegado a escuchar de que la amistad se vuelve más completa o que para eso existen. También que no existió una persona que lo/la entendiese más, que simplemente "se dio", que fue de común acuerdo, que los planetas se alinearon, que siempre estuvo ahí y no dieron cuenta... A ver, uno por uno:

- ¿Completar? Dos por uno, negocio.
- ¿Para eso están? Quisiera que la mente abierta fuera para la objetividad y no la conveniencia.
- ¿Entendimiento? No se qué tendrá que ver con lo físico.
- ¿Se dio? Por algún motivo tenemos que empezar.
- ¿Ambos de acuerdo? Paja.
- ¿Planetas? Cuidado, la delgada línea roja.
- ¿Se dieron cuenta recién? Pero ya invertiste tiempo en ser...

Seguro me olvido de alguna otra razón, pero bueh.

Aclaro... si quiero plantear algo extremista, puedo mencionar de entrada los casos en que mismos familiares cometieron incesto pero no, que se entienda la idea. Los moldes existen para brindar un balance en nuestras vidas y, más allá de los ideales, las maneras de ver la vida, de vivirla en sí, de restarle importancia a ciertos hechos, de elegir a conveniencia... debemos tomar consciencia del papel que cumple cada persona sobre uno/a mismo/a. Cada quien debe mirarse dentro de su interior y terminar por conocerse, antes de apostar por ganancias basadas en cimientos de seda, porque cada quien puede construir sus sentimientos y sin destruir los previamente creados.

Eso mismo creo, que al final se destruyen los viejos sentimientos. Y no siempre se crean nuevos que prosperan.

Ni hablar de las consecuencias.

Es mi humilde opinión al respecto. Y más profundamente, pienso que éste mundo está lleno de gente que se da la mano, se desata y sigue su camino, sin mirar atrás.

G

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