lunes, 20 de enero de 2014

Adictos al costumbrismo

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La soledad puede empujarnos más allá de los límites rutinarios.

Pero, principalmente, nos mete de lleno en un estado de sumisión estimativa. ¿Significado? El simple hecho de no querer estar solos nos convierte en sedientos que manotean con sus lenguas al aire, procurando hallar cualquier gota de lluvia que les moje la garganta; la gente tiende a sacrificar infinidad de virtudes en pos de la compañía: lo hacemos con el enemigo, con una ex pareja conflictiva, con un drogadicto, con un careta y con tantos ejemplos más de misma índole. La necesidad de roce o de una voz que nos diga por un instante que no estamos equivocados nos vuelven retardados, terminamos por perder el escaso derecho a tranquilidad que tenemos o a defender nuestra frágil dignidad.

Sabemos lo difícil que resulta y me uso de ejemplo, con mis últimos ocho años de vida (para quienes me conocen).

La principal causa es el acostumbramiento, que nos lleva a sentir una comodidad tóxica y que culmina con la rotura de la propia autoestima: las relaciones se construyen a base de buenas intenciones y actitudes carentes de interés pero, llegado al punto donde la interrelación se vuelve conflictiva, mantenemos el vínculo porque nos resulta fácil socializar con una persona a la que estamos acostumbrados, ya sea por coincidir en los temas, gustos o apetitos...

... que luego derivan en una comodidad ventajera, una elección completamente arbitraria...

... y que finalmente mutan en incertidumbres, la pérdida total de la fe en uno mismo.

Nos volvemos sombras.

Sin embargo, voy a instar a que no seamos hipócritas. La verdadera razón por la cual llegamos a sacrificar tanto por tan poco es por conveniencia. Somos convenientes por naturaleza. Maximizar las ganancias minimizando las pérdidas. Peeeero... no se olviden que de una manera u otra siempre llegamos a la encrucijada entre egoísmos y grandes amores... Puedo asegurarles, que el primero lleva la delantera y con siglos de ventaja.

Sí, existe un remedio para todo y, para éste caso, es el de la desintoxicación. Si sos una de esas personas que por sentir el filoso escalofrío de la soledad tiende a recaer en su emocional adicción, lo más conveniente es desintoxicarte. Prohibirte todo aquello que te vuelve adicto y te autodestruye, no importando cuánto te cueste. Duele y mucho, no te voy a mentir, el camino es largo, triste y tedioso. Pero te aseguro que un buen día, te vas a levantar, te vas a desperezar y rápidamente vas a sentir con qué facilidad podés dar nuevamente un paso sin tener ése vacío entre la mente y el corazón.

Quién sabe, hasta escribas en un blog.

G

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