jueves, 23 de enero de 2014

Trilogía (parte 3)

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Acto 3: Distancia

¿Que si un cumpleaños tiene todo el significado? Claro que si, la autoestima pide constantemente alimento, nos gusta sentirnos cerca de otros y que esos otros nos adulen por un día entero.

Algo así.

Pero... ¿qué pasa cuando terremotos y maremotos arrasan con algunas personas que habitan en tu isla?

Es costumbre que las discusiones no tengan horario y que ni saluden al llegar. Por lo general, la gente toma los conflictos como algo pasajero, algo casual, algo que hierve la sangre pero por corto tiempo. Para esos casos, resulta fácil ponerse una careta y salir al mundo riéndose de los chistes más estúpidos jamás contados.

Como término medio, mencionemos al individuo que no se aferra a las malas experiencias y que suele ver el lado bueno de la gente; por ende, la bronca no les dura mucho y terminan por charlar las diferencias, mano a mano. Esas personas suelen gozar de "entendimiento".

Finalmente, existen los rencorosos y, en paralelo, "los cansados". En el primer caso, los poseídos por ésa emoción tan fuerte y, material de las corazas más fuertes, se desvían con facilidad hacia dos extremos: por un lado, el odio y por el otro, la indiferencia. Y duran... claro que duran. Podemos decir que son bacterias que no dejan sanar las heridas más graves y que perduran por largo tiempo. Los rencorosos viven perdiendo gente y, a veces, manteniendo una mentalidad a prueba de perdones.

Sobre los cansados, solamente puedo decir que perdieron la paciencia hacia el ser humano en general y tienden a no tolerar los errores mínimos siquiera.

Cada manera de tomar las peleas entre sociales tiene sus ventajas. Pero también su contra: el careta suele perder el respeto y hasta la dignidad, con tal de perdonar; el buen entendedor suele acumular energía negativa con el paso del tiempo, que finalmente estalla en el momento menos apropiado; el rencoroso, como dije, se aliena de los demás; el cansado, se aleja casi en su totalidad del entendimiento.

Dicho todo ésto, volvemos a lo del cumpleaños. Digo "cumpleaños" porque me toca vivirlo en éste momento, pero el concepto se aplica sobre cualquier fecha especial. Particularmente, estoy experimentando una distancia autoimpuesta sobre otros y que no esperé vivir justamente al cierre de la trilogía. Todo por un puñado de impulsos y ansiedades que no debieron haber existido en ciertas circunstancias.

Y no señalo con el dedo, prefiero generalizar, porque también cometí mis errores y me hago cargo de ellos. Pero no quiero recibir más peso sobre el lado de la balanza que se opone al del "control", en mi.

Una lástima, considerando que en mi cumpleaños recibí saludos importantes pero que también, sentí la ausencia de otros, igual de importantes.

G

PD: si tuviera que clasificarme, podría decir que hoy me siento cansado.

lunes, 20 de enero de 2014

Adictos al costumbrismo

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La soledad puede empujarnos más allá de los límites rutinarios.

Pero, principalmente, nos mete de lleno en un estado de sumisión estimativa. ¿Significado? El simple hecho de no querer estar solos nos convierte en sedientos que manotean con sus lenguas al aire, procurando hallar cualquier gota de lluvia que les moje la garganta; la gente tiende a sacrificar infinidad de virtudes en pos de la compañía: lo hacemos con el enemigo, con una ex pareja conflictiva, con un drogadicto, con un careta y con tantos ejemplos más de misma índole. La necesidad de roce o de una voz que nos diga por un instante que no estamos equivocados nos vuelven retardados, terminamos por perder el escaso derecho a tranquilidad que tenemos o a defender nuestra frágil dignidad.

Sabemos lo difícil que resulta y me uso de ejemplo, con mis últimos ocho años de vida (para quienes me conocen).

La principal causa es el acostumbramiento, que nos lleva a sentir una comodidad tóxica y que culmina con la rotura de la propia autoestima: las relaciones se construyen a base de buenas intenciones y actitudes carentes de interés pero, llegado al punto donde la interrelación se vuelve conflictiva, mantenemos el vínculo porque nos resulta fácil socializar con una persona a la que estamos acostumbrados, ya sea por coincidir en los temas, gustos o apetitos...

... que luego derivan en una comodidad ventajera, una elección completamente arbitraria...

... y que finalmente mutan en incertidumbres, la pérdida total de la fe en uno mismo.

Nos volvemos sombras.

Sin embargo, voy a instar a que no seamos hipócritas. La verdadera razón por la cual llegamos a sacrificar tanto por tan poco es por conveniencia. Somos convenientes por naturaleza. Maximizar las ganancias minimizando las pérdidas. Peeeero... no se olviden que de una manera u otra siempre llegamos a la encrucijada entre egoísmos y grandes amores... Puedo asegurarles, que el primero lleva la delantera y con siglos de ventaja.

Sí, existe un remedio para todo y, para éste caso, es el de la desintoxicación. Si sos una de esas personas que por sentir el filoso escalofrío de la soledad tiende a recaer en su emocional adicción, lo más conveniente es desintoxicarte. Prohibirte todo aquello que te vuelve adicto y te autodestruye, no importando cuánto te cueste. Duele y mucho, no te voy a mentir, el camino es largo, triste y tedioso. Pero te aseguro que un buen día, te vas a levantar, te vas a desperezar y rápidamente vas a sentir con qué facilidad podés dar nuevamente un paso sin tener ése vacío entre la mente y el corazón.

Quién sabe, hasta escribas en un blog.

G

martes, 14 de enero de 2014

Sabia envidia

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Existen momentos de envidia, donde admirás con recelo la suerte de quienes no te pertenecen y empieza la edad oscura, el único momento del día en el que tu cuerpo entero se arruga en amargura y desata huracanes invisibles de egoísmo.

Cuidado... tener un poco de envidia es bueno.

Envidiar la suerte de otros puede convertirse a criterio en metas alcanzables a cierto plazo, si respiramos en el momento justo. Un carácter contemplativo sobre nuestras falencias y la merecida comparación con las virtudes ajenas puede aportar una clara visión de lo que queremos alcanzar. Con ésto no quiero decir que debemos tener lo que el otro tiene, sino que tomemos ése ejemplo y lo mutemos en una consecuencia acorde a nuestras propias decisiones.

Sin embargo... cuando uno observa a los demás desde el pozo, duele diez veces más el observar a quienes les va bien o "muestran" que la suerte les sonríe. Y toda ésa parafernalia ajena nos toca el autoestima, las dudas existenciales, el escaso paladar que nos queda por los sobrantes, reabre las heridas y hasta susurra filosamente en el oído de la cordura. Envidiar el buen estado ajeno nos vuelve humanos y es un pecado inevitable. Tarde o temprano lo experimentamos.

Mis posteos siempre se dirigen hacia el mismo lugar: el entendimiento de uno mismo y, posteriormente, la búsqueda del equilibrio interno. Y bajo ésa misma premisa termino éste post, recordando todos esos momentos en los que odié cada foto sonriente, cada mensaje portador de barullos, cada deseo de buena suerte, cada abrazo que no llevó mi nombre... Todo aquello que perteneció a cada persona que influencié y que quise intensamente pero que, al final, me enseñó que el valor de una emoción negativa reside en el instante que te enseña algo, lo que sea. Y que, finalmente, se convierte en un gramo más de experiencia sobre la parte virtuosa de la balanza.

G

lunes, 13 de enero de 2014

Talle 69

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Hay gente que considera erróneo mantener moldes, generar rejillas por donde transitan las normas, donde no deben desviarse un milímetro siquiera.

Ahora, si no te gusta seguir las reglas o tradiciones que te inculca la sociedad, ¿eso significa que no poseas códigos?

Concretamente, hablemos de las amistades que se vuelven débiles a la carne: amigovios, amigarches, amistades con derechos, como prefieras llamarle. Tema complicado, ¿no? Más que nada porque, por regla general, resulta difícil controlar los instintos, las ganas y el amor en sí. Sin embargo, no me falta tiempo para desglosarlo en partes contemplativas para todos. Veamos...

Como dije recién, a uno lo pueden ciertas cosas y en ciertos casos, no se puede elegir hacia dónde apuntamos con el cuerpo. Pero una amistad... Una amistad se torna, de manera objetiva, en un punto de vista alejado de lo subjetivo (valga la redundancia), una persona a la que podemos recurrir cuando las papas queman en el frente de batalla o, simplemente, con la que compartir buenos momentos sin tener que repartir entre muchos el grado de sociabilidad que poseemos. Se trata de una amistad igual de fuerte que la relación de pareja pero vivido desde otro ángulo: el de la coherencia. Resulta más fácil relacionarse con personas del mismo género, pero en cuanto a las del sexo opuesto, no seamos hipócritas... algo tienen como para que nos llame la atención. Claro que, se forman de entrada los prejuicios y los miedos, todo eso que nos permite mantener cierta distancia, tal vez recorriendo los límites mismos del histeriqueo pero sin final confuso.

No obstante, existe una opinión dividida al respecto y resulta, en la mayoría de los casos, vía libre para avasallar ésa pared e ir más allá de lo previsible: el derecho a roce. Cuando uno decide tener algo físico o insanamente sentimental hacia la amistad, ése respeto que uno posee hacia la sociabilidad objetiva se rompe y se llega a un intercambio peligroso... No voy a negar que se alcanzan estados extraordinarios, tanto momentáneos como extensos, el guiño confesor hacia un/a amigo/a se transforma en contacto y todos aquellos costados que disfrutamos durante determinado tiempo se dan por terminados. Y yo me pregunto... ¿valen la pena?

En palabras ajenas, he llegado a escuchar de que la amistad se vuelve más completa o que para eso existen. También que no existió una persona que lo/la entendiese más, que simplemente "se dio", que fue de común acuerdo, que los planetas se alinearon, que siempre estuvo ahí y no dieron cuenta... A ver, uno por uno:

- ¿Completar? Dos por uno, negocio.
- ¿Para eso están? Quisiera que la mente abierta fuera para la objetividad y no la conveniencia.
- ¿Entendimiento? No se qué tendrá que ver con lo físico.
- ¿Se dio? Por algún motivo tenemos que empezar.
- ¿Ambos de acuerdo? Paja.
- ¿Planetas? Cuidado, la delgada línea roja.
- ¿Se dieron cuenta recién? Pero ya invertiste tiempo en ser...

Seguro me olvido de alguna otra razón, pero bueh.

Aclaro... si quiero plantear algo extremista, puedo mencionar de entrada los casos en que mismos familiares cometieron incesto pero no, que se entienda la idea. Los moldes existen para brindar un balance en nuestras vidas y, más allá de los ideales, las maneras de ver la vida, de vivirla en sí, de restarle importancia a ciertos hechos, de elegir a conveniencia... debemos tomar consciencia del papel que cumple cada persona sobre uno/a mismo/a. Cada quien debe mirarse dentro de su interior y terminar por conocerse, antes de apostar por ganancias basadas en cimientos de seda, porque cada quien puede construir sus sentimientos y sin destruir los previamente creados.

Eso mismo creo, que al final se destruyen los viejos sentimientos. Y no siempre se crean nuevos que prosperan.

Ni hablar de las consecuencias.

Es mi humilde opinión al respecto. Y más profundamente, pienso que éste mundo está lleno de gente que se da la mano, se desata y sigue su camino, sin mirar atrás.

G

viernes, 10 de enero de 2014

La importancia de la crítica a terceros

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Cómo hablar de alguien en su ausencia sin sentirse uno culpable o un cobarde.

Antes de eso, quiero recordarle a quien escribe que, por lo general, leen sus escritos personas que piensan. Jamás que intente razonar con aquellos que primero actúan y esperan luego a la buena suerte, si se equivocan. De ahí proviene una de mis frases favoritas: "no le pidas peras al olmo". Es así. Siempre van a meditar sobre algo que está fuera del alcance de sus neuronas o más allá de sus egoísmos.

Decía...

Existen personas que tienen consciencia y que prefieren guardarse lo que opinan, en vez de "sacarle el cuero" a quien no está presente. También tenés a los que hablan y les pesa la consciencia después o los que simplemente, pelan gallinas sin control. Claro que no faltan quienes te digan las cosas de frente pero, en la mayoría de los casos, suelen criticar de fondo cuando no están y se justifican diciendo que lo mismo que se dice por detrás, se dice de frente.

Lo hice muchas veces.

Pero ir de frente no te da el derecho a criticar indiscriminadamente, así como el respeto no se gana con la edad.

La cuestión recae en la crítica necesaria que, por ser humanos, gastamos día a día, ya sea por el corazón roto que nos dejó un/una ex, lo mal que resulta el mezclar negocios con familia, la diferencia de opiniones con tu amigo, lo poco que paga tu jefe, la errónea idea que formás de alguien pero basada en comentarios ajenos... Todo eso forma parte de la vida cotidiana de uno y si no expresáramos diariamente todo eso, nos volveríamos potenciales agujeros negros.

No podemos convivir entre nosotros si no marcamos terreno en cada diferencia, donde opinar o criticar es un objetivo que durante cientos de años tomó referencias de la vida de otros. No podemos ser mejores si no nos comparamos con los estándares de vida que alcanzaron otros o los ideales que absorbimos gracias a quienes los experimentaron y formaron antes. Podés hablar de los demás si es lo que te sale de la cabeza, pero claro... según lo que digas, el nivel de consecuencia será mayor o menor.

Criticar a alguien no es malo; después de todo, está en la naturaleza del ser humano el sociabilizar y mezclarse con los de su propia especie. Pero, como dije antes... medir las consecuencias es acto de sabios, así como es de responsables no esconder la mano ni justificar con excusas lo que merece una disculpa.

Hablar de los demás no te condena, sino que marca una línea sobre la comparación de los diversos puntos de vista.

Y bueh... No se olviden de que existen también quienes practican para cuando les toque ser parte del dúo de viejas que barren la vereda...

G

martes, 7 de enero de 2014

Cuestión de megapíxel

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¿Cuántas veces miraste hoy para arriba?  No, no es un mensaje religioso, pero sí sobre el uso de "la mínima importancia".

Hace más de un mes que la película "Batman Inicia" salió en dvd con una edición especial y al módico precio de cincuenta pesos. En el puesto, el exhibidor de ése tipo de ediciones está arriba, pero justo debajo de las luces, en un lugar accesible a la vista humana, sin complicación alguna.

Jamás me preguntaron por la película o cualquier otro dvd que lo acompañara en el exhibidor.

Casi sin darme cuenta, hoy coloqué el dvd a un costado de la vidriera, un metro más abajo de lo acostumbrado y los resultados fueron reveladores: un gran número de personas me preguntaron por él...

Tampoco se trata de marketing.

La rutina es buena, mantiene un orden, pone las cosas donde siempre se pueden encontrar, no sobresalta. El problema se crea cuando dejamos de tomar responsabilidad en la búsqueda de las diferencias y permitimos que nos absorba dentro su espiral tiránica. Ahí es cuando mirar hacia arriba deja de importar. ¿Cuándo fue la última vez que descubriste que te observaban desde un balcón? ¿Cuándo fue la última luna llena? ¿Dolió ése golpe en la coronilla? ¿Alguna vez se te ocurrió ver con qué tipo de suela te pisa cada gota de lluvia que cae?

Bueno, el último fue exagerado...

Y no solamente mirar hacia arriba, sino más allá. ¿O acaso vale solamente que nos llame la atención? Ésta misma pregunta pide alzar la vista y hacernos meditar sobre la cantidad de pequeños detalles cotidianos que existen pero decidimos pasar incoscientemente por alto: el estado de ánimo de alguien que apreciás, el billete perdido que no levantás, el semáforo en rojo que pasás, la mirada que dijo tu nombre sin saberlo y no advertiste... Y tantos ejemplos más, que ustedes mismos tendrán.

Y todo eso de un puñado de personas que descubrieron Batman Inicia.

A veces, la vida lleva a la gente a pensar de manera egoísta o a no importarle dicha cuestión. A esos, hoy, solamente los menciono, porque cada quien tiene su razón de ser.

Digo, darse cuenta de que existe algo más que la rutina o la sencilla meta que nos acapara veinticuatro horas la mirada. Después de todo, somos seres de carne y hueso pero con la mente de un dios. Digo...

... que hay que prestar más atención y parpadear menos.

G