miércoles, 4 de enero de 2017

Una tanda de comerciales

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Trilogía: propaganda.

Ayer comí pizza con cuatro personas y las mismas pasaban más tiempo con la mirada en el celular que con los involucrados. Me di vuelta y me fui, claro está, no sin antes desear llevarme una foto ante tan desubicada situación y recordé que blog es para palabras, no para chismes.

Ya dije en un pasado lo distante que me siento de las nuevas costumbres. Y no es porque nunca haya pertenecido a ellas, sino porque aprendí a apreciar el don de la charla cara a cara o el de dos personas juntas, pero leyendo en silencio. Puedo entender que la vida resulta a veces aburrida o un fastidio y es evidente que el ser humano tiende, por lo general, a tomar el camino fácil. Lo entiendo y lo respeto, aunque parece que la mayoría prefiere abrir una ventana de mensaje antes que tomarse un colectivo e ir a verte.

Y tal vez sea, tal vez... esa actitud nos muestre la razón de fondo: en ciertos puntos dejás de ser interesante. Se me ocurre una comparación acertada, la de los quince minutos de fama, donde la estrella de turno genera cierto interés en la audiencia y se disipa cuando apagan el televisor. Mañana saldrá otro niño "yo no fui". Me pregunto cuál es el motivo de dicho comportamiento y, apenas me acerco a estructurar una imagen de gustos, el perfecto disfraz de la selección natural...

Existen muchos temas por los cuales puedo sentirme paranoico y se que muchas veces creo que esa persona no mira en mi dirección porque no tengo algo que ver, siquiera con el paisaje. Sí, egolatrismo, narcisismo, elegí la que más te guste, aunque siempre me tiento a ver mis actitudes en perspectiva. Y es por eso que se no es algo con mi persona, sino que la gente ya es así, creando vicios sobre cualquier cosa que un científico cree. Estamos en la era del consumismo y recuerdo bien cuando no existían los celulares y nuestros viejos o abuelos nos tiraban la bronca porque teníamos la nariz pegada al televisor. Es una lástima.

Es una lástima, porque ése tipo de actitud habla de lo pobre que es la consciencia humana y lo millonaria que se volvió la culpable.

Por eso es que me retiro tantas veces a la lectura, a los juegos y al talento del escritor.

Él es quien me eleva, por sobre todas las banalidades.

Bueno, últimamente tengo mi propio vicio.

Sí, vos.

G

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