sábado, 16 de julio de 2016

La purga

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Con el pasar de los años, no me he vuelto más sabio pero si menos impulsivo. Y he vivido más experiencias de las que he imaginado, tal vez no tantas a ojos ajenos, aunque las suficientes para mi edad, evitando adentrarme en la menor cantidad de vicios insalubres y relaciones tóxicas, haciendo malabares con lo poco de familiar normal que me tocó y ganándome la ignorancia de terceros, a cambio de fidelidad y verdad.

No todo es color de rosas en mi personalidad: con el pasar de los años me he vuelto más gruñón y crítico con los demás. Sin embargo, mis opiniones solamente tienen lugar cuando una persona me otorga el poder para hacerlo y con libertad... sin embargo, casi nadie toma mi manera directa de "complacer" a la crítica... Me he dado cuenta de que existen muchas personas que admiten ser críticos consigo mismos y cuando llega el momento de escuchar la misma pero de un tercero, se enfrascan en pequeños círculos de rabia o desaprobación. Debo admitir de que no me gusta que me critiquen y, sin embargo, me tomo un tiempo a solas para meditar sobre lo dicho, sobre toda opinión que repercuta negativamente en mis acciones. Es lo menos que puedo hacer, no soy el dueño de la verdad y, entre tantas críticas subjetivas, existe una verdad.

Yendo al título en cuestión...

Unos días después de cumplir veintiún años, realicé una purga de amigos. Suena feo, lo se, pero fue necesaria para retomar el camino original al que siempre apunté. Había llegado un momento en el que me veía y no era más que una personalidad hecha de opiniones y comportamientos ajenos, no le prestaba atención a mis propias necesidades y me encontraba en el medio del huracán, viendo cómo los "amigos" giraban en torno a mi presencia y a la vez, desdeñaban de mis decisiones. Mi círculo se había tornado nocivo para mi vida y, si bien me llevo al menos un año en procesarlo, llegó el momento en el que corté la mala hierba de raíz. Me alejé de todo y de todos, busqué mis espacios y cambié el aire, por mi bien y por el de ellos: cuando llego a un estado de hartazgo, suelo sacar lo peor de mí, todos sacamos lo peor de nuestra manera de ser. Es más, siento como que veo lo mejor de mí pero lejos, como si mis gritos alcanzaran sus oídos en vano. Y no hay algo peor que verte en mejores momentos y sentirte incapaz de torcer un mal momento.

Hoy, a mis treinta y séis, realizo la segunda purga o, doy el paso final. Fui consevando amistades y encerrándolas en un círculo íntimo que luego se tornó contra mí. No... suena muy dramático. Busquemos una descripción más pragmática... pienso que sería "inútil" la palabra. En éstos últimos tiempos, mis pocas amistades han aportado casi nada de interés, no más que un puñado de "pasar el rato" hablando de boludeces y cuestiones banales. Me di cuenta de que me perdieron el respeto, ya fuere por mi mal comportamiento o la falta de empatía. Jaja, no puedo entender cómo le puede faltar empatía a ciertas personas y que laburan con eso. Me perdieron el respeto porque siempre fui honesto, directo e hincha pelotas, porque siempre busqué soluciones y no careteadas. Admito que mis métodos suelen ser impulsivos, al menos no tan impulsivos como en el pasado, pero siempre fui con la verdad y las ganas de mantener la consciencia limpia, a la vez que los nexos con los amigos también se mantuvieran lesos. Fui, viajé, procuré estar, con o sin guita, lo hice hasta el punto en el que realmente perdí el interés, como cuando te das cuenta de que una relación no va más y seguís por la costumbre.

Es por eso que atravieso un proceso de cambio, que mezcla comodidad con soledad y abre la puerta a nuevos grupos de amigos. No quiero ser hipócrita, conocer nueva gente no va a solucionarme la vida, aunque sí va a traer aire fresco. Ahí es cuando entra en juego la purga de amistades, cambiando enteramente mi entorno más privado por futuros más inciertos y forjables. Esto de "mejor malo conocido" solamente me ha traído disgustos y ha alterado mi personalidad hasta límites indeseados, dejándome con la épica conclusión de que mejor me siento cuando estoy solo y dependo exclusivamente de mis "influencias internas".

Se que suena feo, pero las cosas son así. Llevo un tiempo haciéndome cargo de mi naturaleza y la palabra "inútil" ya no forma parte del tabú gabrieliano.

Dejo eso de la naturaleza para otra ocasión.

Ya se cumplieron mis doce horas.

G

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