jueves, 2 de abril de 2015

Valer menos que un perro

.
Prestar atención: la connotación hace referencia a lo que todos creemos del animal... que es una mascota, nada más. Como tal, no razona y nos hace compañía pero, como valor intelectual, se ubica dentro del calificativo cuasi "racista".

O sea, menos que un perro.

Veinte visitas el treinta y uno, sin post nuevo de excusa. ¿Quién anduvo releyendo?

Hoy recibí el peor título despectivo y por parte de un miembro de mi familia. El incidente envolvió al perro en cuestión y al que escribe: en cuanto se oyó el grito quejumbroso del animal, un tercero preguntó porqué le pegué y que si mi gato se acerca a la cocina, "no te quejes si recibe un golpe, también".

"- ¿Le das la razón al perro antes de preguntarme si le pegué o no? ¿Ni el porqué?"

Fue como la versión bizarra y absurda de una tragedia de Homero, sin vergüenza al actuarse.

El episodio no representa más que un combo gargantuezco de insultos, perpetuados con el pasar de las décadas (dos, precisamente) y me hace recordar que alguna vez les enseñé a todos sobre esperanza y hasta me tragué las tragedias ajenas. Hoy tengo algo de esa esperanza, aún sintiéndome ahogado en alcohol o gritando a través de un vidrio. La gente suele aconsejarme de que no viva en el pasado, pero son esas mismas personas las que no resuelven sus conflictos conmigo y me convierten en el escritor caprichoso, en el insoportable, en quien pierde su propósito. Es entonces cuando todos miran al perro y le dan la razón, porque quien discute por capricho no merece respeto.

Si arrancamos desde la vanidad, ¿le daríamos la razón al que contradice nuestras acciones más seguras, más allá de que se equivoque o no?

Ahora, dicen que las acciones del presente son las que marcan al ejemplo y aún así, pareciera una afirmación momentánea y conveniente.

Obviemos el ejemplo de más arriba, el del familiar que no pregunta antes de culparme porqué el perro chilló a mi lado.

No puedo engañarme, tener amigos para contarles de mis victorias no merece ser amigo/a mío y menos si llega a pensar que si discuto es sólo por capricho. No soy estúpido, llevo años estudiando el comportamiento humano y se "un poquito" de reacciones o maneras de decir las cosas. Honestamente, me siento cuerdo gracias a mis encierros y a sus consecuentes replanteos, que desembocaron en una falta de nuevas aventuras por contar y en una paz interior que llevaba años sin tantear; es natural que tantas veces hable de lo mismo y, sin embargo, cuando planteo reveses...

So...

No me voy a tirar atrás ni menos a cambiar mis opiniones porque no encuentre la manera de hacer razonar a mis amistades. La realidad es que una a una se fueron alejando, tanto por mí manera de caminar hacia atrás o porque ellas mismas siguieron adelante; al final, ninguna va a quedar, porque conozco sus huecos y no valgo en acciones más de lo que vale el perro: en sus espejos, mi reflejo muestra a una persona que puede pasar tres años encerrado en el vacío sin siquiera provocarle una reacción a mamá Teresa, dejando que yo mismo encuentre mi psicología y salga adelante.

Pues...

... no vine al mundo para vivir solo ni mucho menos, para dejar que los demás celebren mis logros personales de arriba. No hice amigos para únicamente saludarlos desde la distancia o contarles trivialidades que poco enriquecen ciertos momentos. No pude ni puedo seguir vivir con esa sensación , la de ser un objeto inmóbil a los ojos de los demás, de todos aquellos a quienes nombré "importantes" y prefirieron ocultar diariamente sus egoísmos personales, con excusas estúpidas.

Estoy cansado de esperar motivos.

El perro no tiene precio.

Ni yo.

G

PD: con la mano vendada sigo escribiendo en blog.

No hay comentarios: