domingo, 22 de marzo de 2015

El bueno, el malo y el gris

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Quiero hablar del problema sin ser subjetivo y me insisto tanto en lograr un imposible que la mitad de la cara se me oscurece.

Puede que no exista la manera, pero voy a seguir intentando.

La vida te lleva por caminos inesperados e ineludibles y las consecuencias están firmadas por cada decisión que tomamos con respecto a ellas. Finalmente, es la experiencia quien termina de modelar nuestro carácter, nuestros recuerdos y todos esos fragmentos de emoción que se dispersan dentro del ser. La vestimenta le queda chica y no existe un nombre más burdo que el de "humano". Sin embargo, es ése combo de decisiones, caracteres y emociones lo que nos permite subirnos al pedestal de la "diferencia individual".

No obstante, existen tres extremos en la vida. Sí, tres, no dos. Jugando con los estereotipos, podemos decir que existe uno bueno, uno malo y uno gris (nuevito, recién sacado de la caja). Todos, pero ABSOLUTAMENTE TODOS son dignos de respetar: a pesar de tener un poco del blanco y del negro, el gris consigue tratos únicos sobre lo inconcebible; es quien negocia, quien reconocilia, quien revela las virtudes olvidadas de los otros dos. Puede que el buenazo perdone todo y no castigue, que con el malote sea inquisidor. En cambio, el policromático siempre recuerda. Siempre.

Aún así, resultan incompatibles entre sí.

Y la lealtad es víctima en primera fila.

Siento que ya no es requisito obligado en la amistad y, lamentablemente, también me dejo influenciar por los resultados negativos que obtuve sobre ciertas inversiones desinteresadas. Hoy por hoy no tengo derecho a reclamar siquiera un alfiler, se que me he vuelto el perfecto ejemplo de quien no cree en la confianza ni en la lealtad ajena, pero no puedo justificarme porque ya no me juego por los demás. Me he vuelto un hablador, un fanfarrón que indentifica su problema: quiero ser bueno o malo, nunca gris, quiero tener seguridad en mis convicciones; no me siento cómodo siendo amigo de dios y del diablo, no puedo saludar a aquel que traiciona o lastima a quien aprecio. Va más allá de mi comprensión y de mi penitencia, no es algo que pueda evitar. Así soy.

Como dije más arriba... incompatibles.

Sabés, me siento como el fumador que quiere dejar su vicio y no puede, porque siempre tiene al lado alguien que le ofrece cigarrillos. Puedo hablar veinticinco horas de ella, pero jamás recibir un cambio inteligente de tema de tu parte.

Y siempre tengo que solucionar todo solo.

¿Para qué mierda tengo amigos o amigas? ¿Para contarles luego cómo fue ganarle a la vida sin ayuda?

G

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