viernes, 24 de octubre de 2014

Complicada simplicidad

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Otra vez despierto, en medio de la noche y por culpa de un mal sueño.

Pero ésta vez, despierto molesto.

Tomé hace tiempo una decisión que le rinde a mi orgullo pero no soluciona del todo mi estado sentimental. Esa decisión descarta la acción de "reemplazo" por la de "sobrellevar" hasta el hartazgo quien me queda o, al menos, todas esas prendas de ropa inservibles para mí, porque son de mujer. Entonces, digo... nada de reemplazos, me la banco, me quedo quieto, sin chistar, callado (en la medida que pueda), sin asustarme, sin mirar lo nuevo, etc. Llega la era del "ya pasó un tiempo prudencial", digamos... "el día después de mañana" y mantengo la posición, firme y resoluto... y compruebo de que no está hecha a prueba de "largos plazos".

Y no hay vuelta atrás.

La única manera de solucionar esta constante falta de persona ajena y al deseo de querer siempre a la misma parece recaer en la repetitiva acción del reemplazo. Eso es, como si la solución termina en la vereda de enfrente, junto a lo que tanto me dediqué a evitar.

Pero no, no voy a caer sobre soluciones fáciles. No soy una persona fácil. No pueden comprarme. Puedo ser indulgente y luego, la mejor parte del ser humano: la que aprende de sus errores. No puedo manejar la peor, la impulsiva, la que no usa el cerebro. Sí puedo atarme a las reflexiones y a la correcta aplicación de mis ideales sobre los casilleros correctos. Siempre fui una persona complicada en sus malos momentos y, como todo aquel que decide bancársela solo, necesito elaborar con tiempo esas"simples" soluciones.

A veces pienso que la simpleza viene de la objetividad ajena y no de la subjetividad personal.

Es lo que hay.

Creo... creo que aún no encuentro la catarsis correcta.

Ni la manera de escribir una completa historia sin éste blog.

G

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