miércoles, 13 de agosto de 2014

El borrador que aún late

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No se cómo defenderme ante las acusaciones del subconsciente.

Sobretodo, cuando se le ocurre hurgar en el fondo de mi mente y encuentra todos sus esqueletos.

(Y el día tendrá que pasar desapercibido, pero con mis ojos rebalsados por dentro.)

Admito una razón mundana: la cual justifica que todos se armen y desarmen entre sí, buscando la rutina en conjunto, como si fuera un vicio. Cada quien tiene el suyo e influenciado por el temor de sentirse solo. Llegado al punto repetitivo de cada charla sentimental gabrieliana, acepto que mi manera de tomar las rupturas posee un lado terriblemente negativo.

Mi forma de tomar las cosas no tiene que ver con la necesidad de estar acompañado. Después de años y años de tropiezos, recuperé un punto vital de mi personalidad: saber cuándo detengo la marcha y, más aún, si baso mis decisiones solamente con impulsos. Es por ello que decido quedarme solo, "rechazando solicitudes" y reconstruyendo mente/corazón (en ése orden). Claro que, con el pasar del tiempo, se me va la mano y, si bien recupero la autonomía, lo consigo al módico precio de no querer posar más la mirada en inminentes oportunidades. Sí señor, elijo quedarme solo.

Y por lo general, los estados me duran años.

Demasiados años.

Por eso, digo... si la razón mundana de mezclarse aleatoriamente no precisa de pensamientos extras, se ve perfecta desde fuera. Simplemente te lleva y seguís viviendo, amando, equivocando los caminos, volviendo a ser feliz y finalmente, lo echás a perder, nuevamente... como si nada hubiera sucedido. Se vive, no se si mejor, pero se vive. Y del lado solitario pensador, ordenás tu cabeza y retomás aquellas materias que dejaste colgadas, como "magia" o "especialidad". No olvidemos "diferente", la mejor de todas. Al final, volvés a la razón.

Ahora, si quisiera tomar el primer camino, sería un desastre y no tendría tiempo para "arreglar". Me la pasaría tapando cada parte rota con una sábana y barriendo los pedazos rotos bajo la alfombra, para que algún día revivan como fantasmas y regresen a destruir mi consciencia. Por otra parte, imagino que para los mundanos, detenerse a pensar implicaría alcanzar el punto en el que me encuentro ahora: el del único día del año en el que un sueño psicológico me quita la voluntad de hierro y me nacen unas terribles ganas de admitir la gran cantidad de sentimentalismos que necesito. No... creo que preferirían seguir mezclándose con otros.

...

En fin...

Tratando de dar con el punto, me doy cuenta de que no son dos elecciones distintas.


Son raíces.

G

PD: releo y pienso... "sin claridad". Bueh, pequeña exposición de láminas dejé.

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