jueves, 28 de diciembre de 2017

Sin sal

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Trilogía: parte uno.

Si me preguntás porqué tardé tanto, fue porque no encontraba la sal.

La buena noticia es que sigo sin encontrarla.

Equisdé.

Creí en un principio que este lugar llevaba unos nueve años de vida, hasta que revisé en los archivos más viejos y "Rutina de escritor" es quien ostenta más edad. Existe aún, lleno de polvo, como una reliquia a la que no he admirado desde el principio de los tiempos y esconde la naturaleza bajo una capa de suciedad. Pensé que escribía aquí desde hacía más tiempo, pero fueron sólo tres años, lo que no es poco.

Y una de las tradiciones, cuando llega fin de año, es la de crear una nueva trilogía de emociones y que manifiesten lo que siento en ese momento, tratando de contener todo lo que ha sucedido en el resto del año. Saben bien que los últimos dos meses corren como el agua, se van sin darnos cuenta; sin embargo, ésta vez lo veo como un acierto, un año que ha pasado práctivamente sin ponerle sal.

Me pregunto porqué, porqué no buscarle a la vida las partes brillantes, alcanzar lo imaginable, blah blah blah...

.. blah.

Trabajé lo justo, no apunté a más. Tuve una nueva relación, de ocho meses y que no estiré más. Volví a cocinar a mi estilo, volví a tomar cerveza, volví a comprar vinos. Volví a enseñar lo mejor de mí.

Y también me volví un poco más como mi padre.

Pero no entiendo, el desinterés por todo y a excepción de lo propio... es bien Laroca. Yo no era así, el escritor no era tan idiota, tan ser humano. Volví a mentir, algo que llevaba años encerrado, castigado por los dementores de adkfjlaswuiofjsdlkjazkabán, aunque siempre me gusta aclarar que uso las mentiras para los mentirosos, no para los justos. Pffff...

Pffff... necesito armar una frase coherente.

Mi punto es que me comporté como un ser humano, este año, trabajé y comí, fumé y tomé tabúes como si nada, pero nunca pasé la línea, nunca volví a vivir al límite, desperdicié mi magia sabiendo que lo hacía en otra estúpida mentirosa, de la que callé consecuencias y absorbí estallidos de furia. No, no de ella, míos. Sí, de los oscuros. Fue como... leerle el pensamiento, saber que debajo tenía una linda capa de DSFOUJWSIFSDFSDOIAFUSDFOIUSDFOIU (la moral me censura), llena de mentiras y carteles de neón. Sería éste el tema abanderado de la razón por la cual he vivido este año sin sal, esa misma naturaleza que me llevó a encerrarme en un rincón mientras la familia brindaba por el nacimiento de equisdé. ¿Alguna estuviste a punto de abrir una puerta y supiste de antemano que ibas a ver baldosas grises? Es como perder el contraste, el sentido de la poesía, el sabor de una buena comida. Tan sólo te guardás una canción, que escuchás repetidamente porque te gusta y no duele, porque suena en el mismo peldaño al que te tiraron...

Tardé días en escribir esta misma parte, porque no quería hacerlo.

Sí, mañana voy a estar comiendo torta.

Sin embargo, el presente es el que se vive sin sal.

No pienso editar el post, es una parte negra de mí que quiero se vea por lo que es.

G

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