lunes, 11 de diciembre de 2017

El punto G.

.
Con tantas sacudidas, me pregunto cómo es que todavía tenés plumas.

¿Querías leer sobre vos?

Hoy te toca.

No por alguna razón profunda o un desahogo que llega a tiempo. Sabés que soy una persona de mil pensamientos y un sólo segundo como espacio. No tuve sueño o pesadilla alguna, digo... de la que me haya despertado a los gritos y gritando tu nombre. No me crucé con alguien que me haya traido chisme o klasdjfopiqwuroisdjfsdljfsdlkfjsdfasdf...

Disculpas, se perdió la comunicación.

A largo plazo, agradezco que te hayas negado. Yo solamente quería tomar un equisdé con una vieja conocida, que supiera de lo que hablaba y entendiera las falacias que nacen de mis dedos. Bueno, no sólo nacen falacias, pero quién puede culpar al que posee deseos. Sin embargo, sabés bien que muchas veces te dije que no y ahora, que tengo años de hundir la cara en el lodo, mis emociones se han tornado más como las tuyas, sólo que yo las acompaño con la frialdad física, yo poseo un switch de encendido y viceversa. A veces sucede que uno se olvida de cómo apagar la luz, porque alguien se para entre vos y el interruptor, impidiéndote verlo y poniéndote nervioso, porque la luz molesta y quien te bloquea el camino es alguien importante en tu vida, tiene tu confianza, tus mejores sentimientos, la parte buena de tu egoísmo. Yeah, la carne no yace podrida, pero huele mal y te cae peor cuando la digerís.

Dame un segundo, voy a emparejar ésta uña (no queremos que las oraciones se ofendan por escribirlas sin estilo).

Y no llegué al punto G.

Digo, aquél en el revelo la idea del tópico, la razón de ser de tanto parloteo. Ahora que lo veo en retrospectiva, me doy cuenta de que tenía elementos oníricos, porque no recuerdo cómo nació tu recuerdo o la sensación de enojo que voy a admitir y sentí, de primera mano. No porque me hayas dicho que no, no porque tenga asuntos sin resolver... hace tiempo aprendí a dejarte ir, a no mirarte cuando decidías chocarte contra la pared, otra vez. Y con el tiempo, dejó de importar, quedó la sensación, ésa mirada de ojo izquierdo confuso y de sonriente, en el derecho. Negás con un gesto y sonreís, das por seguro que la vas a volver a ver y el mundo se va a venir abajo pero no, te reís como un idiota, sabiendo que de sólo pensarlo uno se divierte y además, ya nos cansamos de ser estúpidos. Pero decía, enojo porque siempre fuiste a la canasta de huevos, sin temor de ensuciarte por posar de más tus manos. Cómo explicarlo... tal vez, no sé, la definición desde el punto de vista de un tercero sería "vergüenza ajena", aunque podrías agregar la impotencia que siente uno cuando te dejás sacudir.

Oh, espero que no hayas leído hasta acá sin haber entendido la metáfora del título.

Veo veo.

Eso es, más que verlaksdfjlkasdfjalksdfj ajena es impotencia, porque vos querés a esa persona, más que a vos mismo y ella decide cuidarse aún menos. Lamentablemente, existe una excusa inflexible: naturaleza. Podría mentirme diciendo "oh, está en su naturaleza, al menos acepta lo que es".

Podría elegir hacerlo...

... o seguir cambiando mundos.

Seis canas, tres de cada lado.

¿Y vos?

El punto "Gabriel", por si no lo entendiste.

Siempre me hiciste explicar los chistes y así fue cómo perdí la sutileza.

G

No hay comentarios: