jueves, 23 de marzo de 2017

El error de decir que si

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"Contame una historia" inquirió ella, cuando apenas nos conocíamos. Nos encontrábamos sentados a la mesa, en su casa, dejando que la comida bajara. Los padres se habían levantado para llevar los platos, luego de negarse rotundamente a que los ayudara. La pregunta me tomó por sorpresa, porque aún no me había acostumbrado a ella, pero resultaba ser uno de sus atributos característicos, una marca registrada en su personalidad.

Dudé un instante y luego, revolví un segundo largo dentro de todos mis recuerdos, mientras mensajeaba a la imaginación. Poesía de por medio, metáforas en bandeja, inesperadamente me encontré contándole una de piratas y al terminar, comencé con otra, mucho más verídica.

"Nunca me di cuenta de lo inflexivo que resultó separarme de una de ellas. Una gran parte porque me dividió de las costumbres, otra más porque me dividió de mis amigos, en ese momento. Es probable que hoy en día ya no importe, aunque sí marca el camino y generalmente, me lleva por caminos en los cuales no me siento cómodo. No puedo patearlos, porque siempre vuelvo, porque algo me ata a ellos, la culpa, la necesidad, la ansiedad, no lo se... pero veo mucha gente hacer lo mismo y de peor manera. No es que sea un problema común, soy consciente de lo exagerado que resulta para los demás y te digo, es mi cabeza la que evalúa la importancia y soy yo quien lo sufre."

"Cuando llegó ese momento, empecé a prestarle atención a sus defectos. Como eran familia, pasaba más tiempo con ellos que con la de sangre y comenzar a verlos con ojo clínico, fue lo peor que pude hacer. No se cómo explicarlo, fue como abrirle los ojos al mundo, por primera vez. Y mi cabeza no lo soportó, usando a la lengua de pluma y al aire, de papel."

"Anduve en ese estado, de bocón e intolerante, digamos... demasiado, lo suficiente como para echar a perder todo. Claro que, no era la primera vez que lo hacía. Los Laroca tenemos fama de tirar lo que no nos sirve. La diferencia estaba en que yo sabía cómo subsistir en el vacío, sin exageraciones ni impulsos sobrevalorados, porque esa es la verdad: siempre me las arreglé solo con mis sentimientos. Expresar no es lo mismo que influenciar. Mi vida no es la tuya y viceversa."

"No me importan las influencias, todo eso es banal y mañana no te vas a acordar de quién te habló. Sí me importa que recordaré las consecuencias. Así fue cómo entendí que las relaciones personales siempre serán espiraladas, que a la gente le gusta más leer que entender, aunque deba darle crédito a la situación en particular de cada uno. Cada quien con sus problemas, ¿no?"

Amirite?

Me escuchó en silencio, como pocas saben hacerlo y permaneció varios segundos sólo mirándome. Allí mismo fue cuando me prohibió mezclar mi nuevo mundo con el viejo. No como una ley o una orden de tu vieja, sino como un objetivo, como un nuevo desafío. Me dijo que hasta ése día, había estado mezclando todas mis relaciones, amigos, familia, parejas, todo ser humano al que me ataba lo mandaba a la ensaladera. Me dijo que no encontraba un punto medio porque no separaba los tantos y así, nunca lograba ver los sentimientos en perspectiva. Claro que hablaba de la vida diaria, no de mi blog, donde repensaba las vivencias, infinitamente. Hablaba de todos esos excesos que cometía porque no me detenía a analizar el panorama., sino a vivirlo sin parar, como si llegase a mi casa todo mojado por la tormenta y siguiera haciendo cosas, sin sacarme la ropa empapada.

La escuché atento, sin sobresaltos y al final de su discurso, me encontró mirándola como un estúpido y a punto de robarle otro beso. Volteó rápidamente para ocultarme su cara y le escuché decir, casi inaudible:

"No sos el único que realiza experimentos."

Debo admitir que sentí como el huracán arrasaba por dentro, entre un creciente malestar y algo de impotencia, aunque sin llegar a entender el porqué. ¿Sería que, por primera vez, entendía lo que era correcto y estaba dispuesto a convertirlo en algo real? Seguí mirando su pelo, imaginando los gestos que no llegaba a ver.

Y me reí, confusamente.

Y pensé un instante más.

Y otro.

Y un último.

"..."

"Siempre cometé el error de decir que sí", sentenció.

G

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