lunes, 4 de enero de 2016

Un ladrillo gastado

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Trilogía: parte dos.

Cuatro de enero y tarde para el post...

¿Tarde? ¿Quién escribe? ¿El súper yo? Andá a lavarte elsldjklsdljkfsdjklfljkdkljfdljkdfkljfdkljld.

Orto.

Tengo sensaciones que me obligan a caminar sobre el límite que separa al instinto de la paranoia. Esas sensaciones tienen que ver con el comportamiento de ciertas personas allegadas a mí y sucede que la duda es uno de los defectos que más odio de mi persona, por lo que llevo a plantearlo aquí o allá, donde me escuchan, donde me leen y donde me ignoran.

¿Cuán seguro puedo estar de mis corazonadas? Admito que mi paciencia se ha vuelto del tamaño de una pasa de uva y que mi comportamiento visceral provoca ácidas respuestas por parte de terceros. La cuestión es que noto cierta incomodidad entre amistades (no entre todas) y una especie de "cola de paja"; tal vez, siendo imparcial... veo "un cansancio hacia mi persona", aunque no puedo precisar como quiero. Lo curioso de la cuestión es que sucede con dos personas que, cuando están conmigo por separado, no les sucede y los ratos fluyen con normalidad. Curioso.

Esto nace de dos hechos aislados sobre discusiones incómodas en fin de año y otro tanto, de mi paranoia "sincupoporpartedeterceros" y que tanto rompe las pelotas entre conocidos. Soy una persona que medita demasiado sobre ciertas cuestiones y puede que no pretenda criticar a la gente que vive su vida como puede aunque sí escribo sobre momentos que tienen que ver conmigo. La mezcla de egos tiene un principio, un áuge y un final: éste último suele llegar sin aviso y hasta pasarnos de largo. Cuando sucede, nos encontramos en compañía de personas que nos molestan o se sienten huecas de respeto; el problema nace cuando se trata de gente a la que apreciamos...

Sólo divago, quiero decir. Es una de tantas conjeturas.

No puedo evitar que la valentía del impulso o que los brazos torpes del autoestima me alejen del mundo. He vuelto, claro que sí y con la cabeza "quieta" pero no como yo esperaba... Puede suceder que no haya encontrado la manera correcta de insertar mi presencia en la vida de los demás y que, más allá de apreciarme durante tantos años, mis amistades ya no crean que merezca credibilidad.

Eso o la paranoia es ajena al escritor.

U otro extremo.

Y van...

G

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