domingo, 27 de diciembre de 2015

Un enojo de calidad

.
Trilogía: parte uno.

Llego enojado al veintiséis.

Y el humor no mejora para el domingo veintisiete, la falta de atención gratificante en el ámbito laboral pone la cereza del postre o, ¿serán los testigos de jehová que me encuentro al volver a casa, mientras pateo baldosas? (Ahora ofrecen conocimiento por internet)

Piden que no me enoje pero llego enojado a las fiestas, cumplí con casi todas las demandas que el mundo me pidió pero el mundo se mantuvo igual. Me alejé, me mantuve en secreto, llevé conmigo todas las ridiculeces y egocentricidades que tanto molestaban. Decidí cerrar el pico, dejar que otros hablasen, despojar al prójimo de mis malas intenciones. No amé nuevas mujeres, no busqué nuevos amigos, no formé nueva familia, no me compré nueva casa, no tanteé nuevo trabajo, no trabajé los abdominales; simplemente mandé la mente a trotar, la obligué a transpirar todo el alcohol que llevaba en sus neuronas y que no le permitían pensar con sobriedad. Dejé mis ideales colgados en una soga y secándose al sol, aburriéndose ante la falta de práctica. Hasta tomé clases de comportamiento y vals con la soledad, la mejor maestra de egos que jamás haya existido. Pero el mundo, no. El mundo se mantuvo igual.

Y eso me enoja, mucho.

Volver al ruedo y ver que el mundo nunca se detuvo fue un bocado difícil de digerir y aún así, el universo sigue sin girar sobre mi eje: puedo escribir en él y elevarlo más que al infinito; sin embargo, jamás te metas en el bolsillo de quienes se sienten sobre vos en imaginarias y poco autoestimadas escalas sociales. Quienes carecen del talento buscan destruir a quienes sí lo poseen. Eso mismo me hace creer que a veces, socializar se remite a ponerse un preservativo, descargar unos cuantos hilos de conversación, vestir de nuevo el rostro e irse, sin dejar un teléfono anotado o siquiera un "adiós".

Admito que aún sostengo un mapa sobre terreno social y que me encuentro preguntando direcciones pero... llega fin de año y la plata vuelve a preocuparme, porque a otros les preocupa. Pienso en dinero porque existen personas que no saben decir "gracias" y esperan que entiendas esa falta de agradecimiento, porque no son pacientes, porque llevan miles en sus bolsillos y yo, setenta pesos. Porque saco el billete igual, porque no tengo bonos ni aguinaldos ni vacaciones pero si un jefe que se olvida de que no falté un sólo domingo a laburar, en más de un año. Porque quiero preparar lo que tanto me gusta cocinar y aún no se si me van a pagar por adelantado, aunque sean chauchas y palos. Tengo bronca porque la gente se preocupa por tanto y se olvida que otros tenemos memoria y actuamos con desinterés porque es naturaleza.

Será que el mundo sólo aprendió a pisar al siguiente en la lista.

Llego enojado a la segunda parte, claro que sí: las conexiones representan algo más que palabras por whatsapp y estoy cansado de elegir el peor momento para decirlo por centésima vez.

Será que ya nadie cree en mi, que los hechos pasados siguen culpando con el dedo fiscal de los más queridos seres.

Estoy enojado, porque confío, porque soy leal, porque digo la verdad, porque estoy, porque viajo, porque me la banco, porque no puteo, porque mato chismes, porque no tengo vueltas, porque soy como soy y todos ven nada más que ése soy. Porque soy auténtico.

Porque no sé cómo conformar a esa parte del mundo que me obliga a compartir.

Porque no estoy seguro de entender si necesito compartir tanto o algo.

O vals.

O no.

Johnny B. Good.

G

No hay comentarios: