jueves, 23 de junio de 2011

¿Oscuridad e inminencia?

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Resulta tan díficil salir victorioso por sobre la falta de ganas al sentarme frente de la pantalla, con las ideas frescas no hace dos minutos atrás y la capacidad infinita de enriquecer lo que escriba.

Pero llega la hora indicada y de pronto, tu mente está en blanco.

A veces, sucede que simplemente no tengo ganas de escribir. Estoy yendo al baño, lavando un plato, caminando por la calle o lidiando sobre todo aquella cotidianeidad y... tengo ideas, pienso sobre una cuestión, la analizo desde varias aristas y finalmente, llego a una conclusión o al menos, dejo algunos cabos sueltos (que luego ataré dentro de mi blog). Esa sería la idea a seguir pero no, con cada paso que me acerco a la pc, más se encaprichan mis ganas y nada, quieren eso, nada. Quiero hablar de los villanos buenos y nada. Quiero hablar de la seriedad con que uno se toma el pasado y nada. Quiero discrepar con la manera de tomar decisiones y nada, ¡nada!

Puede que, la verdadera razón, pase por dos cuestiones:

La primera tiene que ver con mi entorno, la gente que me rodea no alimenta diariamente mi interacción cultural y social, simplemente se limita a interactuar y si chocamos seriamente, tomamos el mayor impulso que podamos alcanzar y que nos aleje de la explosión. Nos alejamos de nuestras mismas consecuencias. Pero decía, puede ser que mi mismo entorno no coordine con la manera de ser que mi mente tiene. Esto es común y por lo general, debería buscar el lado positivo y explotarlo, como tal sería el hecho de encontrar opiniones contrarias a las mías sobre temas que me competen... lo cual me ayudaría a echar un vistazo sobre el lado opuesto de la cuestión. Es más mío éste punto de vista, más egoísta.

El segundo tiene que ver con un cansancio generalizado que tengo sobre las personas y por ende, mis ganas piensan dos veces antes de actuar. La manera de ver las cosas que tengo ahora no es la misma que tuve a los 27 años, me encuentro en una etapa de plena lucidez pero amplia decepción colectiva. Tal vez... no sé, debería volverme un poco más ciego o perder la memoria.

Ese es el problema, mi memoria. No puedo mirar sobre alguien sin recordar primero lo bueno (y desear compartir grandes momentos nuevamente) para luego recaer sobre todo lo malo que hizo y por ende, pasa a formar parte de un entorno que no me ayuda. Tantas veces pensé... pensé en ir al psicólogo o mejor dicho, al psiquiatra, para que me de pastillas que calmen mi cabeza, mi viejo las toma hace años, porque cuando no lo hace se persigue terriblemente, es ciclotímico hasta el punto extremo de la doble personalidad y nervioso como si alguien estuviera constantemente quemándole la piel con un lanzallamas. Me entristezco un poco pensando en que entendí mucho de su forma de ser... siendo decepcionado por otros, cometiendo grandísimos errores y alejándome de todos...

Una sola duda, mientras me sobrepongo a la tristeza: ¿podré sobrellevar (gracias al ejemplo de mi viejo) ésta maldita forma de no querer a la gente como tal cual es o me tornaré con el tiempo aún más oscuro que el peor de los padres que jamás he conocido?

G

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