viernes, 3 de junio de 2011

Agujero familiar

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No se sucedieron dos días desde mi posteo "Habitación de las espaldas" que tuve un pleito con mi hermano. De su parte, perdió el control y buscó riña física conmigo. No quiero caer en comentarios burdos ni burlones, nada sucedió más que gritos y decenas de insultos.

Me quedó en la cabeza, claro. La situación puedo plantearla contando que él quiere vivir en ésta casa, argumentando que no tiene dónde vivir. Tiene 27 años y calculo que unos 12 con la droga. Se supone que hoy en día ya no sufre ése tipo de adicción, no puedo saberlo con exactitud porque la imagen de consumidor aún la conserva, es difícil de determinar y más aún, procurando creer las propias palabras que salen de su boca. Volviendo, quiere vivir con nosotros y argumenta que tiene el derecho porque la casa es de mi viejo. Yo estoy en tiempo de descuento, viviendo acá, se terminó el velar por mi padre y más allá, el procurar darle tiempo para mantener una vida decente y cerca de sus hijos.

Pero mi hermano, su problema no es con las drogas, sino consigo mismo. Su personalidad le impide interesarse por los demás. Lugar al que fue, lugar que destruyó. Casi todos (excluyo a mi viejo que jamás se interesó en otra cosa más que en él) le dimos tiempo de nuestras vidas para ayudarlo y sacarlo de donde estaba pero jamás, JAMÁS, quiso salir. Muchos dirán hoy en día que la adicción a las drogas te quita la mente para racionalizar y les diré que es cierto, pero mi hermano sufre de su propia forma de ser. Su forma de ser es autodestructiva para sí mismo y para quienes lo rodean.

Sin más preámbulos, llegó y procuró hablar con calma, pero como siempre, cuando no escucha lo que quiere oír de los demás, se altera y se sale de sus casillas. ¿Para qué? Para armar un tremendo berrinche del cual todo el barrio se entera. Basureó a más no poder, a su propio hermano, diciendo verdades y mentiras que todos escucharon. Cuando se dió cuenta de que eso no alcanzaba hasta el momento, intentó agredir físicamente a su propia sangre. Digo, mi hermano es un gil en ése aspecto, es un cagón, lo han sacado varias veces a las piñas de muchos lugares (incluso de la casa de mis viejos), porque su carácter insoportable es una forma de vida inaceptable para todos (ahora que lo escribo, siento pena) pero la cuestión es que siempre fue, es y será un cagón, quien es capaz de recurrir a un arma (tanto blanca como de fuego) para amedrentar a quien sea, familiar o desconocido. Tiene serios problemas de conducta, pero sólo por la boca.

Me hace acordar a mi viejo, antes de que lo internaran en el neuropsiquiátrico.

No llegó a hacerme daño, no soy un pelele y de hecho, le puse la cara para que se animara a pegarme sin defensa mía de por medio, pero no, nada hizo.

Lo que me quedó en la cabeza es... lo miserable que te vuelven la vida cualquiera de los Laroca. Parece una familia maldita en su forma de ser, que no puede desenvolverse con los demás porque los hunde. Es... como un problema mental, lo hablo con mi vieja (quien peor sufre con todo ésto) y sabemos bien que las soluciones son drásticas, pero al final, no lo hacemos porque no tenemos la frialdad suficiente.

Quisiera algo mejor para la vida de todos y por lo general, incurrimos en el escape a cualquier otra parte. Y sino, en las soluciones drásticas. Esto me pone triste, muy triste, porque tengo delante a mi hermano, a mi hermana, a mi otra hermana, a mi viejo, a todos ellos, amenazando inofensivamente, contando secretos a voz abierta, defenestrando el apellido, una y otra vez, pisándolo, masticándose ellos mismos el ego. Y por más que las ganas me sobren para agredirlos físicamente y aún sabiendo el resultado, no puedo salir de mi encierro mental, en el cual no sé cómo lidiar con los agurejos rotos en mi familia, sin ser drástico.

G

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