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Hay días en los que tu inmadurez me hace mandarte mentalmente a la mierda.
domingo, 26 de junio de 2011
jueves, 23 de junio de 2011
¿Oscuridad e inminencia?
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Resulta tan díficil salir victorioso por sobre la falta de ganas al sentarme frente de la pantalla, con las ideas frescas no hace dos minutos atrás y la capacidad infinita de enriquecer lo que escriba.
Pero llega la hora indicada y de pronto, tu mente está en blanco.
A veces, sucede que simplemente no tengo ganas de escribir. Estoy yendo al baño, lavando un plato, caminando por la calle o lidiando sobre todo aquella cotidianeidad y... tengo ideas, pienso sobre una cuestión, la analizo desde varias aristas y finalmente, llego a una conclusión o al menos, dejo algunos cabos sueltos (que luego ataré dentro de mi blog). Esa sería la idea a seguir pero no, con cada paso que me acerco a la pc, más se encaprichan mis ganas y nada, quieren eso, nada. Quiero hablar de los villanos buenos y nada. Quiero hablar de la seriedad con que uno se toma el pasado y nada. Quiero discrepar con la manera de tomar decisiones y nada, ¡nada!
Puede que, la verdadera razón, pase por dos cuestiones:
La primera tiene que ver con mi entorno, la gente que me rodea no alimenta diariamente mi interacción cultural y social, simplemente se limita a interactuar y si chocamos seriamente, tomamos el mayor impulso que podamos alcanzar y que nos aleje de la explosión. Nos alejamos de nuestras mismas consecuencias. Pero decía, puede ser que mi mismo entorno no coordine con la manera de ser que mi mente tiene. Esto es común y por lo general, debería buscar el lado positivo y explotarlo, como tal sería el hecho de encontrar opiniones contrarias a las mías sobre temas que me competen... lo cual me ayudaría a echar un vistazo sobre el lado opuesto de la cuestión. Es más mío éste punto de vista, más egoísta.
El segundo tiene que ver con un cansancio generalizado que tengo sobre las personas y por ende, mis ganas piensan dos veces antes de actuar. La manera de ver las cosas que tengo ahora no es la misma que tuve a los 27 años, me encuentro en una etapa de plena lucidez pero amplia decepción colectiva. Tal vez... no sé, debería volverme un poco más ciego o perder la memoria.
Ese es el problema, mi memoria. No puedo mirar sobre alguien sin recordar primero lo bueno (y desear compartir grandes momentos nuevamente) para luego recaer sobre todo lo malo que hizo y por ende, pasa a formar parte de un entorno que no me ayuda. Tantas veces pensé... pensé en ir al psicólogo o mejor dicho, al psiquiatra, para que me de pastillas que calmen mi cabeza, mi viejo las toma hace años, porque cuando no lo hace se persigue terriblemente, es ciclotímico hasta el punto extremo de la doble personalidad y nervioso como si alguien estuviera constantemente quemándole la piel con un lanzallamas. Me entristezco un poco pensando en que entendí mucho de su forma de ser... siendo decepcionado por otros, cometiendo grandísimos errores y alejándome de todos...
Una sola duda, mientras me sobrepongo a la tristeza: ¿podré sobrellevar (gracias al ejemplo de mi viejo) ésta maldita forma de no querer a la gente como tal cual es o me tornaré con el tiempo aún más oscuro que el peor de los padres que jamás he conocido?
G
Resulta tan díficil salir victorioso por sobre la falta de ganas al sentarme frente de la pantalla, con las ideas frescas no hace dos minutos atrás y la capacidad infinita de enriquecer lo que escriba.
Pero llega la hora indicada y de pronto, tu mente está en blanco.
A veces, sucede que simplemente no tengo ganas de escribir. Estoy yendo al baño, lavando un plato, caminando por la calle o lidiando sobre todo aquella cotidianeidad y... tengo ideas, pienso sobre una cuestión, la analizo desde varias aristas y finalmente, llego a una conclusión o al menos, dejo algunos cabos sueltos (que luego ataré dentro de mi blog). Esa sería la idea a seguir pero no, con cada paso que me acerco a la pc, más se encaprichan mis ganas y nada, quieren eso, nada. Quiero hablar de los villanos buenos y nada. Quiero hablar de la seriedad con que uno se toma el pasado y nada. Quiero discrepar con la manera de tomar decisiones y nada, ¡nada!
Puede que, la verdadera razón, pase por dos cuestiones:
La primera tiene que ver con mi entorno, la gente que me rodea no alimenta diariamente mi interacción cultural y social, simplemente se limita a interactuar y si chocamos seriamente, tomamos el mayor impulso que podamos alcanzar y que nos aleje de la explosión. Nos alejamos de nuestras mismas consecuencias. Pero decía, puede ser que mi mismo entorno no coordine con la manera de ser que mi mente tiene. Esto es común y por lo general, debería buscar el lado positivo y explotarlo, como tal sería el hecho de encontrar opiniones contrarias a las mías sobre temas que me competen... lo cual me ayudaría a echar un vistazo sobre el lado opuesto de la cuestión. Es más mío éste punto de vista, más egoísta.
El segundo tiene que ver con un cansancio generalizado que tengo sobre las personas y por ende, mis ganas piensan dos veces antes de actuar. La manera de ver las cosas que tengo ahora no es la misma que tuve a los 27 años, me encuentro en una etapa de plena lucidez pero amplia decepción colectiva. Tal vez... no sé, debería volverme un poco más ciego o perder la memoria.
Ese es el problema, mi memoria. No puedo mirar sobre alguien sin recordar primero lo bueno (y desear compartir grandes momentos nuevamente) para luego recaer sobre todo lo malo que hizo y por ende, pasa a formar parte de un entorno que no me ayuda. Tantas veces pensé... pensé en ir al psicólogo o mejor dicho, al psiquiatra, para que me de pastillas que calmen mi cabeza, mi viejo las toma hace años, porque cuando no lo hace se persigue terriblemente, es ciclotímico hasta el punto extremo de la doble personalidad y nervioso como si alguien estuviera constantemente quemándole la piel con un lanzallamas. Me entristezco un poco pensando en que entendí mucho de su forma de ser... siendo decepcionado por otros, cometiendo grandísimos errores y alejándome de todos...
Una sola duda, mientras me sobrepongo a la tristeza: ¿podré sobrellevar (gracias al ejemplo de mi viejo) ésta maldita forma de no querer a la gente como tal cual es o me tornaré con el tiempo aún más oscuro que el peor de los padres que jamás he conocido?
G
viernes, 3 de junio de 2011
Agujero familiar
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No se sucedieron dos días desde mi posteo "Habitación de las espaldas" que tuve un pleito con mi hermano. De su parte, perdió el control y buscó riña física conmigo. No quiero caer en comentarios burdos ni burlones, nada sucedió más que gritos y decenas de insultos.
Me quedó en la cabeza, claro. La situación puedo plantearla contando que él quiere vivir en ésta casa, argumentando que no tiene dónde vivir. Tiene 27 años y calculo que unos 12 con la droga. Se supone que hoy en día ya no sufre ése tipo de adicción, no puedo saberlo con exactitud porque la imagen de consumidor aún la conserva, es difícil de determinar y más aún, procurando creer las propias palabras que salen de su boca. Volviendo, quiere vivir con nosotros y argumenta que tiene el derecho porque la casa es de mi viejo. Yo estoy en tiempo de descuento, viviendo acá, se terminó el velar por mi padre y más allá, el procurar darle tiempo para mantener una vida decente y cerca de sus hijos.
Pero mi hermano, su problema no es con las drogas, sino consigo mismo. Su personalidad le impide interesarse por los demás. Lugar al que fue, lugar que destruyó. Casi todos (excluyo a mi viejo que jamás se interesó en otra cosa más que en él) le dimos tiempo de nuestras vidas para ayudarlo y sacarlo de donde estaba pero jamás, JAMÁS, quiso salir. Muchos dirán hoy en día que la adicción a las drogas te quita la mente para racionalizar y les diré que es cierto, pero mi hermano sufre de su propia forma de ser. Su forma de ser es autodestructiva para sí mismo y para quienes lo rodean.
Sin más preámbulos, llegó y procuró hablar con calma, pero como siempre, cuando no escucha lo que quiere oír de los demás, se altera y se sale de sus casillas. ¿Para qué? Para armar un tremendo berrinche del cual todo el barrio se entera. Basureó a más no poder, a su propio hermano, diciendo verdades y mentiras que todos escucharon. Cuando se dió cuenta de que eso no alcanzaba hasta el momento, intentó agredir físicamente a su propia sangre. Digo, mi hermano es un gil en ése aspecto, es un cagón, lo han sacado varias veces a las piñas de muchos lugares (incluso de la casa de mis viejos), porque su carácter insoportable es una forma de vida inaceptable para todos (ahora que lo escribo, siento pena) pero la cuestión es que siempre fue, es y será un cagón, quien es capaz de recurrir a un arma (tanto blanca como de fuego) para amedrentar a quien sea, familiar o desconocido. Tiene serios problemas de conducta, pero sólo por la boca.
Me hace acordar a mi viejo, antes de que lo internaran en el neuropsiquiátrico.
No llegó a hacerme daño, no soy un pelele y de hecho, le puse la cara para que se animara a pegarme sin defensa mía de por medio, pero no, nada hizo.
Lo que me quedó en la cabeza es... lo miserable que te vuelven la vida cualquiera de los Laroca. Parece una familia maldita en su forma de ser, que no puede desenvolverse con los demás porque los hunde. Es... como un problema mental, lo hablo con mi vieja (quien peor sufre con todo ésto) y sabemos bien que las soluciones son drásticas, pero al final, no lo hacemos porque no tenemos la frialdad suficiente.
Quisiera algo mejor para la vida de todos y por lo general, incurrimos en el escape a cualquier otra parte. Y sino, en las soluciones drásticas. Esto me pone triste, muy triste, porque tengo delante a mi hermano, a mi hermana, a mi otra hermana, a mi viejo, a todos ellos, amenazando inofensivamente, contando secretos a voz abierta, defenestrando el apellido, una y otra vez, pisándolo, masticándose ellos mismos el ego. Y por más que las ganas me sobren para agredirlos físicamente y aún sabiendo el resultado, no puedo salir de mi encierro mental, en el cual no sé cómo lidiar con los agurejos rotos en mi familia, sin ser drástico.
G
No se sucedieron dos días desde mi posteo "Habitación de las espaldas" que tuve un pleito con mi hermano. De su parte, perdió el control y buscó riña física conmigo. No quiero caer en comentarios burdos ni burlones, nada sucedió más que gritos y decenas de insultos.
Me quedó en la cabeza, claro. La situación puedo plantearla contando que él quiere vivir en ésta casa, argumentando que no tiene dónde vivir. Tiene 27 años y calculo que unos 12 con la droga. Se supone que hoy en día ya no sufre ése tipo de adicción, no puedo saberlo con exactitud porque la imagen de consumidor aún la conserva, es difícil de determinar y más aún, procurando creer las propias palabras que salen de su boca. Volviendo, quiere vivir con nosotros y argumenta que tiene el derecho porque la casa es de mi viejo. Yo estoy en tiempo de descuento, viviendo acá, se terminó el velar por mi padre y más allá, el procurar darle tiempo para mantener una vida decente y cerca de sus hijos.
Pero mi hermano, su problema no es con las drogas, sino consigo mismo. Su personalidad le impide interesarse por los demás. Lugar al que fue, lugar que destruyó. Casi todos (excluyo a mi viejo que jamás se interesó en otra cosa más que en él) le dimos tiempo de nuestras vidas para ayudarlo y sacarlo de donde estaba pero jamás, JAMÁS, quiso salir. Muchos dirán hoy en día que la adicción a las drogas te quita la mente para racionalizar y les diré que es cierto, pero mi hermano sufre de su propia forma de ser. Su forma de ser es autodestructiva para sí mismo y para quienes lo rodean.
Sin más preámbulos, llegó y procuró hablar con calma, pero como siempre, cuando no escucha lo que quiere oír de los demás, se altera y se sale de sus casillas. ¿Para qué? Para armar un tremendo berrinche del cual todo el barrio se entera. Basureó a más no poder, a su propio hermano, diciendo verdades y mentiras que todos escucharon. Cuando se dió cuenta de que eso no alcanzaba hasta el momento, intentó agredir físicamente a su propia sangre. Digo, mi hermano es un gil en ése aspecto, es un cagón, lo han sacado varias veces a las piñas de muchos lugares (incluso de la casa de mis viejos), porque su carácter insoportable es una forma de vida inaceptable para todos (ahora que lo escribo, siento pena) pero la cuestión es que siempre fue, es y será un cagón, quien es capaz de recurrir a un arma (tanto blanca como de fuego) para amedrentar a quien sea, familiar o desconocido. Tiene serios problemas de conducta, pero sólo por la boca.
Me hace acordar a mi viejo, antes de que lo internaran en el neuropsiquiátrico.
No llegó a hacerme daño, no soy un pelele y de hecho, le puse la cara para que se animara a pegarme sin defensa mía de por medio, pero no, nada hizo.
Lo que me quedó en la cabeza es... lo miserable que te vuelven la vida cualquiera de los Laroca. Parece una familia maldita en su forma de ser, que no puede desenvolverse con los demás porque los hunde. Es... como un problema mental, lo hablo con mi vieja (quien peor sufre con todo ésto) y sabemos bien que las soluciones son drásticas, pero al final, no lo hacemos porque no tenemos la frialdad suficiente.
Quisiera algo mejor para la vida de todos y por lo general, incurrimos en el escape a cualquier otra parte. Y sino, en las soluciones drásticas. Esto me pone triste, muy triste, porque tengo delante a mi hermano, a mi hermana, a mi otra hermana, a mi viejo, a todos ellos, amenazando inofensivamente, contando secretos a voz abierta, defenestrando el apellido, una y otra vez, pisándolo, masticándose ellos mismos el ego. Y por más que las ganas me sobren para agredirlos físicamente y aún sabiendo el resultado, no puedo salir de mi encierro mental, en el cual no sé cómo lidiar con los agurejos rotos en mi familia, sin ser drástico.
G
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