miércoles, 20 de mayo de 2020

Dame una G

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Si me preguntás, los planetas se alinean más rápido de lo que pensás. Es la coincidencia, la manera en que repentinamente todos deciden mirar para el mismo lado. Nada de atajos, sólo recomendaciones, algo de cambio en el bolsillo y toda la personalidad, dispuesto a aceptarle a la vida un trago, por esta vez.

Pero claro, que me salga de lo metafórico.

Muchas veces, voy diagramando posteos en mi cabeza, incluso voy narrándolos, incluyendo hasta las comas. Luego me olvido, porque la cotidianeidad me consume y ahora mismo, no siento que me ahogue; abrazo el olvido, porque el orden tiene su propia fila que formar, su propio rompecabezas, todos sufrimos de ansiedad (ante distintas circunstancias) pero el olvido nos gana de lejos, con sus ahnelos de miradas llenas de silencio. Perdón, decía... que luego olvido mis posteos mentales y aún así, me entretiene seguir escribiendo, aunque sea sólo en mi cabeza. Tengo dudas pero las épocas determinarán si soy escritor o no.

No un amigo, no un familiar, no un billete, no una mujer.

Una época.

Ayer tiré ocho mil pesos al suelo. Hoy tiro cincuenta y sigo siendo el mismo: me río con autenticidad, incluso de los golpes en la oreja, porque el problema no es el defecto que uno acarrea, sino las consecuencias que generamos en los demás. Somos seres solitarios, egoístas pero claro... hijos no tenés por tu cuenta, besos no se comparten en soledad, mate no tomás si te elegís primero. Tengo defectos y me hago cargo de ellos, porque luego encuentro el camino en el vestido más complicado y sonrío como estúpido, al cerrarle al mundo la puerta. Digas lo que digas, yo tiro al suelo todo aquello material que te prohíbe ser una auténtica persona y luego, me siento a tomar otro mate.

A ese piso le hace falta un trapo húmedo.

Tuve que bajar la calidad de mis susurros, para darme cuenta de lo gigante que soy. Antes tenía nada y ahora, tengo todo lo que los demás tienen.

Pero también tengo a Gabriel.

G