lunes, 7 de enero de 2019

Colectivos de palabra

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Trilogía: parte dos.

A veces quisiera cerrar mi cabeza y ponerle pausa a todas esas teorías que vienen comprobándose últimamente, sin parar. La lógica tiene sus ventajas, pero su defecto más grande es que carece de sentimientos, de "roce", te escupe la verdad como la necesitás pero sin contemplar que tal vez, ese mismo día, falleció alguien importante.

Como ejemplo.

Digo esto porque mi visión del mundo se ha vuelto más caótica, en éstos últimos años y no por negatividad, sino como consecuencia al encontrarle una vuelta a la vida y mi papel en ella. Al final, me di cuenta de que no soy más que un muñequito de papel, caminando entre rocas, temiéndole al tsunami de influencias que azotan las orillas. Y a veces creo que no tengo la capacidad para soportar tanta lógica, en consecuencia, tantos cambios, que toda mi vida voy a ser un muñequito de papel, todo garabateado y con manchas de café. No puedo evitar creer que la vida es únicamente para vivirla, que no existe trascendencia si tus alrededores no quieren respirar la tuya, porque siempre nace el egoísmo antes que tu nombre y si alguien no da algo por vos, para qué abandonar tus propias venas.

No se qué digo o no quiero afrontar las consecuencias de lo que digo, porque no le temo a los enemigos, pero si al olvido, no tener al comienzo del día un árbol que me de sombra, una rosa que me clave una espina. He dicho demasiado.

Por eso me sumerjo en los juegos, porque es el único lugr donde termino jugando en equipo.

Y empezar el año solo no me molesta, sí el hecho de saber que existen personas que se toman colectivos de palabra.

G

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