viernes, 25 de enero de 2019

Anhelo de saltar

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Trilogía: parte tres.

Últimamente, tengo en mi cabeza la frase "chupame un huevo" y es lo que le contestaría a mucha gente. Bueno, a unos cuantos ya lo hice, pero existen otros/as a los que les debo una buena puteada.

No, no quiero empezar el blog así, aunque siempre acudí a la honestidad. A muchos no les va a gustar lo que tengo para decir, de la manera en la que voy a hacerlo o si envuelvo demasiado sentimiento en el medio, pero jamás voy a ser careta, jamás voy a terminar esa última afirmación con puntos suspensivos. En contrapartida, tengo el mundo de la mesa redonda a tus pies, puedo ser el resto de los monos que no se saltan los modales, puedo defenderte y enseñarte a hacerlo, cocinar para todos o hacer chistes mientras muero a retorcijones.

Pará un toque.

¿Por qué decido apagarme tanto? ¿Qué me hizo la vida para esconder lo negar de mí? El otro día hablaba con alguien que hacía tiempo no veía y notaba la ventaja de vivir apagado, lejos de problemas mundanos. La vida es constante prueba y error, no lo niego y aún así, nada enciende el motor. La llave está en mi, bla bla bla, eso lo sé, viví algo, probé de todo un poco. Pero sin una real motivación, no sé.

Quisiera tener una razón para cambiar ése último punto por una coma.

Tal vez esté demasiado en mi cabeza, tal vez me deje absorber demasiado por las faltas de los demás. Estuve toda la vida solo como para no seguir jugando en equipo. Demasiadas trabas, demasiados malos pasos, tal vez no tenga una buena manera de ser y sea un careta, sin darme cuenta. Tal vez me engañe, constantemente, en vez de ser un líder nato y volver a permitir que todos se arrimen a la mesa, esperando a que diga la siguiente oración.

Pero, a medida que pasan los años, veo más y más soledad. Es inevitable.

En el fondo, no importa lo poco que hagan los demás, sino que soy incapaz de ignorarlo y volver algo bueno de ello.

Tengo que saltar, otra vez.

Tengo que saltar.

G

lunes, 7 de enero de 2019

Colectivos de palabra

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Trilogía: parte dos.

A veces quisiera cerrar mi cabeza y ponerle pausa a todas esas teorías que vienen comprobándose últimamente, sin parar. La lógica tiene sus ventajas, pero su defecto más grande es que carece de sentimientos, de "roce", te escupe la verdad como la necesitás pero sin contemplar que tal vez, ese mismo día, falleció alguien importante.

Como ejemplo.

Digo esto porque mi visión del mundo se ha vuelto más caótica, en éstos últimos años y no por negatividad, sino como consecuencia al encontrarle una vuelta a la vida y mi papel en ella. Al final, me di cuenta de que no soy más que un muñequito de papel, caminando entre rocas, temiéndole al tsunami de influencias que azotan las orillas. Y a veces creo que no tengo la capacidad para soportar tanta lógica, en consecuencia, tantos cambios, que toda mi vida voy a ser un muñequito de papel, todo garabateado y con manchas de café. No puedo evitar creer que la vida es únicamente para vivirla, que no existe trascendencia si tus alrededores no quieren respirar la tuya, porque siempre nace el egoísmo antes que tu nombre y si alguien no da algo por vos, para qué abandonar tus propias venas.

No se qué digo o no quiero afrontar las consecuencias de lo que digo, porque no le temo a los enemigos, pero si al olvido, no tener al comienzo del día un árbol que me de sombra, una rosa que me clave una espina. He dicho demasiado.

Por eso me sumerjo en los juegos, porque es el único lugr donde termino jugando en equipo.

Y empezar el año solo no me molesta, sí el hecho de saber que existen personas que se toman colectivos de palabra.

G