martes, 21 de julio de 2015

El juego de la verdad

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No se si posea en este instante el humor como para desmenuzar el porqué de las mentiras, tan así que prefiero establecer la siguiente afirmación:

"Los mentirosos son cobardes."

Los escritores somos grandes mentirosos y nos movemos bien dentro del juego de la verdad pero, la vara nos mide distinto: si somos cobardes, dependemos del grado de encierro en el que vivamos. Y no todos son encierros físicos, algunos son mentales, en compañía de ideas toscas y obtusas.

En términos sociales, la mentira nace de un "miedo"... el miedo a la reprobación, tanto hacia la personalidad del interlocutor como hacia la del oyente. No existe algo mejor que la pura verdad, una "cosa" que no te oculta secretos, que te deja saber, que comparte con vos su transparencia. Sin embargo, existen cuentos que no agradan a todos y más cuando tratan sobre defectos, diferencias o adicciones. El ego de una persona posee distintos niveles de autocrítica y cuando son rebalsados, tienden a recurrir al juego de la verdad, aquel donde las mentiras pueden sentirse legales.

Evitar las críticas o las reprobaciones puede convertise en un vicio; cuanto más nos cuesta admitir que nos equivocamos o que merecemos un "castigo moral", más nos adentramos en el mundo del subterfugio. Es un camino fácil, ya que nuestro cerebro piensa de manera más rápida mentiras que verdades, como si sólo desease un mundo perfecto naciendo de nuestras acciones...

Hemos sido grandes mentirosos/as durante gran parte de nuestras vidas y pocos deciden confiar plenamente en la verdad. No seamos hipócritas: admitir que fuimos, somos y seremos seres humanos imperfectos, llenos de defectos... no es fácil. Aún así, nuestras almas no merecen ser teñidas con aristas que pretenden ser definiciones de un diccionario y no son más que opiniones individuales.

Mentiras, madres de secretos.

Plus, no saben medir el peso de la dignidad.

G

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