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Ok, hablemos de virtudes defectuosas o "debilidades", como el lunfardo bien diría.
Entre las tantas virtudes que poseemos (incluso, hasta el mas hijo de su madre), existe una que vino fallada. Esa virtud defectuosa, es la que nos convierte en personas débiles a nivel personal y, esa debilidad, puede ser conducida por cualquier sentimiento o emoción saludable que elija ésta virtud, que puede recaer en la confianza, la paciencia, la indulgencia, la ignorancia (mitad virtud), el querer, la benevolencia, la compadecencia, el compañerismo, etc. Entre otras tantas, claro está.
Tomemos un ejemplo: tener paciencia se vuelve a menudo sinónimo de idiota, porque eso es lo que terminan pensando de nosotros las personas en quien confiamos e ignoramos sus equivocaciones para mejor; la indulgencia nos lleva sobre suelo lleno de vidrios; el querer... a querer hasta lo indefendible, a perdonar... El compañerismo, a compartir momentos con personas egoístas y que luego no se acuerdan.
Al final, el resultado será el mismo: nos olvidaremos de quiénes somos. Perderemos el rumbo, navegaremos por actitudes desconocidas, afrontaremos tormentas que se llevarán nuestros brazos y piernas para que, luego en la calma, seamos recordados por ése lado oscuro que desatamos en consecuencia. No somos los primeros en juzgar pero sí somos los primeros en ser juzgados, nadie tiene tanta paciencia y muy pocos se hacen cargo de los platos rotos.
Cuesta mucho centrarse.
No podemos evitar aflojar el paso. Muchas veces, cuando mezclamos rutina y gente, cedemos en pos de la aceptación o la igualdad. Ahí es cuando nuestra "virtud de Aquiles" queda puesta a prueba y medimos cuán culpables somos por haberla expuesto como tal. Lamentablemente, uno necesita depositar virtudes en manos ajenas y el resultado no es siempre bueno. Claro que, al final, todo te enseña, ¿no? Lo bueno y lo malo... digo... A veces, creo que nacemos para vivir equivocándonos.
Recientemente, alguien me dijo que las cosas se aprenden con dolor, que así es cómo mejor quedan grabadas.
Entonces, queda en cada quién el detectar su virtud defectuosa y ponerle especial atención cuando entre en juego, ¿no lo creen? Éste mundo no perdona y suele recordar mayormente nuestros errores. Digo... de vez en cuando, ¿por qué no aprender a controlar nuestra debilidad con algo de egoísmo decente?
G
viernes, 25 de octubre de 2013
lunes, 7 de octubre de 2013
Through the glass
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Cuando tu mente no es más que una zarza prendida fuego con ciclotimia, es normal que tus ramas se agiten con el viento que pasa a saludar y así, termines salpicando a todo aquel que se acerque a mirar.
Lamentablemente, ésto se tomó la insana costumbre de aparecer cada dos semanas, cuando un anónimo G deja un vaso revuelto sobre la mesa de Gabu. No siempre fue así... antes me veía como una persona que acumulaba hasta explotar pero, hasta hace no mucho, mis cambios de humor repentinos o fácilmente influenciables, han relegado la bomba atómica al segundo lugar en la lista de defectos Gabrielianos. Pero no es justamente sobre el primer puesto del que quiero hablar, sino de las mismas influencias que me tienen como "engripado" constantemente...
Changos... soy terriblemente influenciable y sobretodo, en el humor. Y sobre mi vida, que una pendeja de ocho años y medio menos pudo estancarme con gran facilidad. Admito que en mi sangre reside el gen de los "problemas neuronales" pero me doy cuenta TARDE de que mis alrededores marcan mi ritmo de vida, directa o indirectamente.
Es así como uno se ve afectado por las imperfecciones ajenas, por las faltas de respeto innecesarias, por los comentarios que cansan, por el histeriqueo inconstante... e infinitos etcéteras.
Veo muchas actitudes impropias hacia mi persona y yo mismo me declaro incongruente; las buenas actitudes comienzan a escasear y me pregunto si esa es la razón por la cual me encuentro tan inestable... Con ésto quiero decir: el problema siempre es mío, es mi cabeza la que resulta frágil, es la seriedad de cartón que inspiro, es la falta de humanidad a la que me encamino. Doy poder sobre personas cuando ya no confío en ellas y aún necesito recuperar la cordura. Ya lo dije, la gente ya no sabe qué hacer con el poder de la influencia yo, tampoco recuerdo dónde dejé el punto de equilibrio, ni cómo ponerle una camisa de fuerza a mi cabeza.
Por eso mismo es que decido cada día y por voluntad propia, quedarme solo.
Háganse la siguiente pregunta: ¿hace cuánto que no me ven en sus casas?
G
Cuando tu mente no es más que una zarza prendida fuego con ciclotimia, es normal que tus ramas se agiten con el viento que pasa a saludar y así, termines salpicando a todo aquel que se acerque a mirar.
Lamentablemente, ésto se tomó la insana costumbre de aparecer cada dos semanas, cuando un anónimo G deja un vaso revuelto sobre la mesa de Gabu. No siempre fue así... antes me veía como una persona que acumulaba hasta explotar pero, hasta hace no mucho, mis cambios de humor repentinos o fácilmente influenciables, han relegado la bomba atómica al segundo lugar en la lista de defectos Gabrielianos. Pero no es justamente sobre el primer puesto del que quiero hablar, sino de las mismas influencias que me tienen como "engripado" constantemente...
Changos... soy terriblemente influenciable y sobretodo, en el humor. Y sobre mi vida, que una pendeja de ocho años y medio menos pudo estancarme con gran facilidad. Admito que en mi sangre reside el gen de los "problemas neuronales" pero me doy cuenta TARDE de que mis alrededores marcan mi ritmo de vida, directa o indirectamente.
Es así como uno se ve afectado por las imperfecciones ajenas, por las faltas de respeto innecesarias, por los comentarios que cansan, por el histeriqueo inconstante... e infinitos etcéteras.
Veo muchas actitudes impropias hacia mi persona y yo mismo me declaro incongruente; las buenas actitudes comienzan a escasear y me pregunto si esa es la razón por la cual me encuentro tan inestable... Con ésto quiero decir: el problema siempre es mío, es mi cabeza la que resulta frágil, es la seriedad de cartón que inspiro, es la falta de humanidad a la que me encamino. Doy poder sobre personas cuando ya no confío en ellas y aún necesito recuperar la cordura. Ya lo dije, la gente ya no sabe qué hacer con el poder de la influencia yo, tampoco recuerdo dónde dejé el punto de equilibrio, ni cómo ponerle una camisa de fuerza a mi cabeza.
Por eso mismo es que decido cada día y por voluntad propia, quedarme solo.
Háganse la siguiente pregunta: ¿hace cuánto que no me ven en sus casas?
G
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