viernes, 19 de mayo de 2023

Caracoles para mis óidos.

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Trilogía: parte tres.

¿Cinco meses tengo que esperar para terminar la nueva trilogía? ¿Cuántas veces debo dejarme arrastrar por todo fantasma que repte sobre este barro ya prehistórico, al menos entre mis palabras? ¿De dónde es que viene? ¿Necesito de una buena canción para mantener la memoria? ¿O del éxito de un ajeno?

Que negativa es el aura de la casa. Otrora formaba mejores recuerdos: tal vez no para terceros, tal vez para unos pocos, pero cuando escribo aprendo a querer mis propias experiencias, a abrazarlas, a dedicarle poesía pura y de la buena. Y ahora, veo tanta negatividad, tanta que yo mismo busco recovecos donde esconder las pocas monedas sonrrientes que tenga.

Dame una  buena canción, una sola buena canción.

Que se joda mi viejo, que se joda esta casa, que se jodan mis hermanos tóxicos, no hago más que mirar gente pasar sonreír sobre las boludeces que hacen. Tengo los dedos llenos de tinta y no los pongo a trabajar, sintiendo que la vida pasa, a caballo de otro día más y dejando una estela de fuego en la garganta, como si hubiera probado un sorbo de su propio alcohol artesanal. Necesito caracoles en los oídos, un poco de textura en mis propios silencios, ¿alguien puede tirarle una moneda a la pobre mala leche, que no para de tirarnos mierda encima? Al menos premien su insistencia...

Pero, ¿sobre qué escribo? ¿sobre quién? No puede ser sobre mí, sería aburrido.

Tal vez, no se... debería de rasgar al mundo en dos.

G