domingo, 25 de diciembre de 2022

Un lugar, en cualquier mundo

 .

Trilogía: parte uno.

Aprendí la lección hace tiempo pero tuve que hacer una excepción, por mi vieja. La vida está llena de ese tipo de excepciones, cuando no somos más que esclavos de un imperio romano que nos obliga a pelear contra las convicciones propias, para diversión y entretenimiento de otros. La sensación es la misma y aunque decida ignorarla, me siento a la mesa, admitiendo por primera vez que una buena comida genera tolerancia al dolor. Tengo varias opciones en carnes, para mitigar distintos tipos de padencia mental y una ensalada rusa, que resulta más dura que inesperadas malas noticias.

Sin embargo, estas fiestas esconden otra consciencia: la del acostumbramiento o tal vez, la de la falta de avaricia. Llevo varias fiestas sosteniendo esta mentalidad de ir con la corriente, porque no hay instante que calce mi talle. Y es que nadie apaga la luz, nos sentamos a la mesa y tallamos el silencio en los rostros de cada uno, convidando bocados de charlatanería y pensamientos olvidables. Adonde quieren ir a parar todas esas viscosidades que se sientan dentro de la sala familiar; casi todas, porque la vieja no se toca.

"Qué me importa", responde uno, ante un comentario banal hecho por otro.

Y tiene razón.

Qué me importa.

Qué nos importa.

Si lo que sí importa es con quién y cómo, ya que el resto de la vida es esperar que venga el colectivo. Tal vez seas caballero y dejes subir antes que vos a una persona, pero ni por cortesía decís "buen día"... el resto... es sólo esperar a bajar. Qué importa lo que piensen los demás, qué importa lo que pienses en tus adentros. Qué importa lo que pienses en tus afueras.

Qué importa.

Si al final, queremos encontrar un lugar en el mundo o en cualquier mundo y que tenga una mera pizca de nuestra persona. Vemos la mesa y sentimos que no manifiesta nuestra identidad, deseamos estar en otra parte o tomar la decisión radical de cambiar nuestras vidas... para luego, meter ese primer bocado y dejar que el sabor oculte la dolorosa realidad.

Así que, al final, supongo que importa. Al menos, no en el momento indicado.

Te veo en año nuevo, tal vez en la mitad radical.

G

domingo, 13 de noviembre de 2022

Para alguien morí

 .

Como empezar el primer párrafo de esta terrible historia. No terrible en su entera existencia, más en el final, cuando todo lo que importa se esfuma en una despedida forzosamente concebida. ¿Qué puedo decirle a los demás, cuando el vacío con nombre y apellido, se hace presente a las patadas? ¿Qué decirle a los demás, más que brindarles la misma cantidad de lágrimas y silencio?

Porque eso es todo lo que tenemos, Jorge, eso es lo que nos queda.

Nunca tuvimos poder de decisión. Fuimos a hablarte, a darte ánimos y coraje, a juntar valentía nosotros mismos, en esta redundancia absurda que se llama vida. Hablamos de pavadas y de fuerza, te tocamos la frente y la humildad, porque vos eras el mejor de todos, el que realmente merecía vivir la vida, a pleno. Qué somos nosotros, ahora mismo... más que pedazos de carne colgando en los huesos, mirando al amanecer y añorando alcanzarlo.

Qué importa al final, lo que sienta el resto. Importa que te plantaste en 33 y nada más. Ojalá pudiera escribir con tantas lágrimas sobre la injusticia de que te haya alcanzado la señora de negro. Qué importa lo que diga, si al final, las palabras son tan efímeras como la vida misma, un regalo maldito del que pocos aprenden a disfrutar.

No quiero seguir hablando, tampoco quiero despedirme.

Porque estoy seguro de que algún día vas a entrar por esa puerta y vas a decir "para alguien morí".

G

martes, 5 de abril de 2022

No sabés lo que perdés, hasta que lo tenés

 .

Trilogía: parte tres.

Hay días en los que camino por ese pasillo, chocándome con los costados, adrede. Supongo que todos tenemos días así, en los que cualquier acto de violencia, nacido desde nuestras entrañas y expulsado hacia el mundo exterior... supongo que todos necesitamos literalmente golpearnos contra algunas paredes y no para aprender una lección.

Llevo varios meses en silencio, desde que empezó este 2022. Arranqué trabajando como un monstruo, incluso experimenté todo tipo de padencia física, por extralimitarme en el trabajo. Nop, no tuve Covid, aún sigo invicto y exagerado en las medidas de prevención. Tuve varios tópicos en mi cabeza pero cero ganas de hablarlos. Lamentablemente, me apasionan más los videojuegos que la escritura y resultan un escape instantáneo contra la realidad, a diferencia de sentarse a escribir. Claramente no tengo la cultura del escritor, sino... adoraría leer y escribir diariamente. Ahora que recuerdo, cuando nos mudamos a Yapeyú, éramos bastante pobres y yo me iba caminando al colegio, para gastarme ese $1,40 en fichines (cinco fichas, como mucho). Cuando tuve trabajo, empecé a comprarme mis libros y seguía caminando, pero iba leyéndolos.

Si hago memoria, recuerdo rápidamente que adoraba leer.

Lo que me sucede ahora es que necesito anteojos, porque la vista se me cansa con facilidad. Paso mucho tiempo delante del monitor, so... Probablemente necesite otro par, para sobrellevar la fuerte luz que emite la realidad diaria. Hace un rato pensaba en lo que me falta para cobrar, en si me pagarán en fecha, si se harán cargo de mis aportes, si llegaré a tiempo con el alquiler, si el mes que viene tendré laburo, si me valoran luego de dos años trabajando "con" ellos. Todas boludeces, disculpen la expresión, no existe una mejor descripción para todas estas cuestiones diarias que te achican el rango de visión. Recién ahora entiendo lo que un verdadero bohemio tiene: la facilidad para desentenderse de las responsabilidades y darse el lujo de reenfocar esa energía libre en crear arte.

¿Qué? ¿Así no funciona?

PAPÁ...

Hay veces en las que blog me devuelve la memoria, con tantos boletos gratuitos al pasado. Y al comienzo, ves la parte bonita de ese pasado, convirtiendo este post en algo maravilloso. Pero, a medida que te adentrás en la ciudad, comenzás a experimentar los aerosoles y el olor a mugre. De repente, las experiencias se tornan sombrías y la tinta recupera su tono oscuro.

Tal vez... esa sea la respuesta. Tal vez... deba aprender a llevarme bien con los puntos suspensivos. Saben, hace un tiempo dije que no iba a usar más puntos suspensivos, que mi vida iba a ser directa y sin vueltas. Y fue peligroso no consumir esa azúcar, así que decidí volver a tomar café dulce. El mate no, dejalo así, que está perfecto.

La respuesta, ahora que leo estos párrafos en sentido contrario es que, la escritura parece conocerme mejor de lo que creo y que debería reunirme más seguido a escuchar sus consejos.

Sino, mirá la cantidad de metáforas y ejemplos literales que tiré por ahí.

Voy a buscar la cámara de fotos.

Si, está más allá del pasillo.

G

sábado, 8 de enero de 2022

No ser o no ser

 .

Trilogía: parte dos.

Arranqué el año con la mente en blanco. Tenía postdatas flotando alrededor pero eran todas para la carta equivocada. Pasé varios días masticando una compañía sin condimentos, cruda y sin receta a la que hacer referencia. Así es mi entorno, de otro planeta, uno llamado Tierra.

No es que no quiera escribir, es que no tengo la salud mental para hacerlo. Demasiadas aristas, demasiadas esquinas, demasiados puntos muertos. Esta necesidad de formar equipo dentro de un ambiente viciado, me llena de arrugas la mente. Y quisiera encontrar sabiduría dentro de esas arrugas pero es demasiado fuerte el barullo, tanto que duermo poco y deambulo mucho, hago lo que tengo que hacer y nada cambia, siempre vuelvo al mismo ocaso.

De una cosa estoy seguro: no quiero estar sólo. Y enseguida pienso que tampoco quiero estar con la gente que estuve la mayor parte de mi vida. Ya sea por mi estúpida manera de ser o la falta de tolerancia, soy un Laroca y es hora de que lo asuma. Hay cuestiones que no puedo solucionar, tampoco elijo mirar para otro lado, así que en el fondo no se que camino tomar. Incluso poniéndome un título es que no distingo si soy invisible o una mancha roja en las pupilas de los demás.

Puede que haya contratado a los directores equivocados para esta trilogía.

Siento la claridad y también siento el cansancio, la rueda siempre renguea cuando vuelve a posar su pedazo de madera mordida.

No se.

No existen los súper héroes, ni tampoco el alma gemela. Tal vez algún día descanse y ya nada pueda preocuparme. O tal vez mañana abra una puerta y todo vuelva a ser color de rosa.

No se.

G