jueves, 29 de noviembre de 2018

Familia devaluada

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Te cambio la página de compras por este blog.

Hay veces en las que me pongo mal y simplemente dejo salir el mambo, descargo a solas pero razonando el bajón, repitiéndome una y otra vez que es la manera correcta, que necesito vaciarme de energía negativa y todas esas mierdas reales.

Perdón blog, el diccionario fue inventado por alguna razón.

Ser hijo mayor es una de las peores cosas que te pueda pasar. Por lo general, las expectativas van depositadas 100% en vos, todos los palazos y las presiones van con rigor, los castigos son tremendamente severos y nadie está ahí para explicarte que en realidad, las marcas moradas en tu cuerpo son descargas emocionales de tus padres, que no logran llevarse bien entre sí. Claro que, con el pasar de los años, es algo que lográs razonar e ignorar, al seguir con tu vida.

Pero... de vez en cuando, la familia del viejo mundo se te pega y llega el momento de interactuar nuevamente, de crear esa dependencia innecesaria, porque tus viejos son iguales a cualquier otra persona, seres humanos que te trajeron al mundo y con los que no tuviste elección al formar un vínculo, aunque te duela, literalmente, lo que hagan para "ayudarte".

A veces, cuando digo una blasfemia, tengo ganas de encojerme de hombros.

El punto es, que las relaciones familiares se suponen que funcionan, hasta que no. No nos olvidemos que somos seres egoístas y que no nos gusta que nos nieguen ideas. Yo no busco aprobación, tal vez un favor que me sirva de regalo de cumpleaños. Y este año algo hice mal, porque ni torta de cumpleaños tuve, ni de mi familia. Lo gracioso es, que durante años me sangró el cfjlsdjkfsdklajfjlaksdfjasdlkfjkljasdjkfjklsdfjksdjkfsdlkfjaslkdfjsldkfjsldkjfsdlkjsjkl por la familia y de repente, toca la puerta y entra un pelotudo con remordimientos a cagarme a trompadas, porque le hizo caso a un falso rumor. Cuando me pongo a pensar, más me veo como mártir, pero no uno de esos que van camino a ser admirados, sino como el "estúpilotudo" que no logró algo con su sacrificio, sino que eligió el peor momento para hacerlo.

I'M FINE, I SWEAR.

Ponele.

Por eso, cuando me vienen con palabras dulces, no me las creo. Yo no dejé de creer en las cosas buenas de la vida, pero sí estoy seguro de que estamos rodeados de giles, que no saben apreciar tus virtudes. Por ende, pienso en la mayoría de las personas, familia incluida, como ceros y unos, como borradores a punto de, aristas de filósofos que nadie conoce.

Hace rato que dejé de creerle a la religión.

A la religión como hombre.

Mi persona vale más que cualquier otra, respirando.

G