domingo, 28 de agosto de 2016

Estirando las piernas

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Una vez me senté al lado de una chica que me ofreció escuchar una canción. La letra de la misma era nefasta y, visto desde su rincón, iba enteramente dedicada para mí. Aún así, dijo de manera graciosa "aunque parezca que la letra es para vos, te juro que no, no lo es."

Al día de hoy recuerdo ese cursi episodio con mucha gracia.

Muchas cosas pasaron últimamente y, sin embargo, el universo apenas notó la muerte de alguna estrella lejana, un insignificante cosquilleo, la pérdida de una moneda de cinco centavos. A pesar de ello, quise mantener la inocencia del blog y no llenarlo de posts exentos de abstracción; evité el volverlo cómplice de los matices egoístas que poseo sobre la vida. Dicen que ningún hijo se mantiene inmune a los pecados del padre pero las decisiones pueden, a veces, manejarse con lógica.

A veces.

Es más, siento este post como una pequeña caminata, una estirada de piernas mentales. La razón principal es que llegué al límite del puterío que puedo soportar y más allá de haber aprendido a separar los impulsos de mi zen, que le grite a un tumor "ya no te quiero en mi sistema operativo" no significa que atienda al resto de los invitados de manera descortés. Y si tengo que aludir brevemente a los hechos más recientes, únicamente puedo decir que hoy sí elijo cuánta cantidad de banalidad tercera elijo para la cena.

Más claro, echale agua.

Acabo de acordarme lo mucho que odio el arte de la repetición.

Que pase el siguiente.

Tema aparte... tengo un par de dudas, tengo varias presiones, tengo necesidad de condimentos. SER humano es sinónimo de masoquismo y, si bien no necesito ser feliz todo el tiempo, sí elijo solucionar un problema a la vez.

Lo que sí veo es que la vida se va.

O está a la vuelta, no se.

Uh, mirá la hora.

G