viernes, 22 de agosto de 2008

Abuelos

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Ayer murió mi abuelo. Poco más de un mes después de la muerte de mi abuela, la mujer de todo su vida. Estuvieron casados por más de sesenta años, cantidad que hoy en día suena generalmente utópica para el día de mañana, para nuestra generación de insolentes rutinarios. Mis abuelos de crianza, ellos me han ayudado tanto que jamás podré retribuirlo, probablemente a mis propios nietos (solo para entendidos) pero no creyendo de la misma cantidad... o calidad... Es con el tiempo y la experiencia que aprendemos a valorar esas cosas de manera profunda. Y si bien he procurado ayudarlos en sus últimos momentos (que a excepción de mi abuelo, no pude verlo de antemano), fue cuando me di cuenta de que no importaban todas las diferencias y los errores que cometieron...

Aunque el único gran error que hayan cometido haya sido el de malcriar a mi viejo.

Mi abuela siempre molestó con su religión, me ha enchufado hasta el hartazgo volantes y revistas, predicándome lo que nunca llegué a creer. Incluso ha criticado tantas cosas que he hecho, la mayoría buenas y la he mandado (literalmente) a la (censurado). Pero en los últimos tiempos llegamos a hablar más y no ha perdido la oportunidad de agradecérmelo, siempre pretendiendo que termine el secundario, que armara una vida económica fuerte pero más que nada, de bien. Le he visto la satisfacción en la cara al verme trabajar nuevamente y al verme hablar con entusiasmo sobre retomar los estudios. Siempre "comete un tomate" o "hay que tener fe en Dios", entre otras tantas cosas. Como enseñarme siempre las mismas fotos sobre su casamiento y posteriores viajes por el interior del país o sus muñecos, peluches y de plástico, cual niña de diez años que nunca vió una en su vida, por haber pertenecido a una familia pobre...

Y pensar que la última vez que la vi no podía levantarse siquiera.

Mi abuelo siempre se comportó como mi abuelo. Me hizo hincha de Independiente. Me llevaba de muy chico a todas partes, pasábamos horas en la estación de trenes de Flores mirándolos pasar y pidiéndole que viéramos sólo uno más, ante su pedido de "¿vamos?". O cuando me llevaba a la cancha para ver los últimos partidos de Bochini con la camiseta del rojo o íbamos juntos a Ferro para probarme como jugador (nunca me importó quedar, sólo me divertía). Me ayudó quinientas veces cuando necesité viajar al fin del mundo y no tenía para pagar mi viaje. Me enseñó quinientas veces su carnet de socio diablo. Me dijo que la abuela me quería mucho y que sólo quería verme superar lavida de mierda que mi viejo me dió.

La última vez que lo vi ya no tenía ganas de vivir.

Ambos ya no pueden verme lograr mis metas. Hay gente que usa "metáforas" o "creencias" para decir que ya no sufren más o que me miran desde arriba. A mí, entre lágrimas y una triste sonrisa, me gusta pensar que otra vez están juntos y que su amor de más de sesenta años podrá durar para siempre.

Mi viejo me privó de ver una última vez a mi abuela, al ocultarme que estaba internada en un sanatorio. Mi viejo me privó de ver una última vez a mi abuelo, al ocultarme que estaba internado en el mismo sanatorio que yo lo interné y que nunca fue a verlo. No es que quise despedirme, no, nunca despedirme... pero al menos quise hablar una vez más con ellos, decirles que los quería y darles las gracias por haberme querido tanto. Ahora ya no puedo hacerlo, mi viejo arruinó todo, como todo lo que tocó en su miserable vida. Sé que no debo ponerme a su altura y ser rencoroso, todo lo que ha hecho lo pagará estando vivo pero de algo estoy más que seguro: algún día nos cruzaremos, algún día me lo voy a encontrar y será en ese momento cuando le haré pagar el haberme dejado el solo recuerdo de sus rostros enmudecidos en vida por la misma muerte.

Gabriel